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jueves, 2 de octubre de 2014

Cuitas de antaño

por Anaclara Pugliese

Daiana Henderson y Pablo Fidalgo en el taller
PH Archivo CCRF


Ya corrieron todas las cortinas. Ya no entra luz ni ruido desde el exterior. La sala está prácticamente a oscuras, si no fuera por la pantalla de la notebook de Pablo que nos arroja algo de luz. El fondo de escritorio: una fotografía antigua en blanco y negro de una pareja con una bicicleta muy antigua también delante de ellos. Son las tres de la tarde y estamos en la Sala B “Irma Peirano” del Fontanarrosa, en el taller que dicta Pablo Fidalgo: “Reescribir la historia desde el poema”.

Afuera, el sol de la siesta pega en los anchos escalones de la entrada e invita a la gente del Festival a abrir sus libros recién comprados en la feria de editoriales, entre familias y chicos que, instalados, toman mate. Adentro ya se desarmó la ronda de sillas y ahora miramos todos hacia la pared sobre la cual se va a proyectar una película que nos trajo Pablo.

La puerta de la sala se abre y entra un poco de luz de afuera, en forma de “L”. Es una chica que llega tarde. Entre nosotros, dos mujeres de más de setenta toman la iniciativa y la reciben con cariño, como si se tratara de su propia casa.

—Bienvenida… ¿Cómo te llamás?

Después le ofrecen una silla. Una de ellas apoya suave la mano en la madera del asiento, invitándola, mientras le señala una escritura en su cuaderno: “Pablo Fidalgo Lareo. Taller: Reescribir la historia desde el poema”.

La obra de este poeta vigués es una búsqueda que parte de su historia familiar, atravesada por el terror de la Guerra Civil Española y la posterior dictadura franquista, para cercarse a sí mismo. Lo que vamos a ver en pantalla es un video de veinticinco minutos hecho con imágenes en súper8 grabadas por el abuelo de Pablo desde los años 50 hasta los 80, que forma parte de “O estado salvaxe. Espanha 1939”, una performance que reescribe la historia de su familia, y al mismo tiempo, la historia de España desde la guerra civil hasta nuestros días.

—Lo que hay ahí son dos relatos—dice Pablo—:el relato de mi abuelo que es de una familia republicana pero burguesa y por eso pudo comprarse una cámara, y la historia de mi abuela que es una chica de pueblo que se va antes de la guerra a la ciudad, a Vigo, y pierde su lengua materna, el gallego.


Ahora hablan las imágenes. Viento y mar. Chicos que juegan en la playa. Una familia aparentemente de vacaciones.  Una mujer de anchos hombros, pelo recogido con rigurosidad, pómulos grandes y aros de perlas aparece en casi todas las imágenes. Pero es el viento del mar, que golpea, que casi desviste y despeina el que impera.

Mientras alguien prende la luz después de que acaba el video, Pablo aclara:

—Mi abuelo tenía muchas fijaciones, en realidad se compró la cámara para filmarla a ella…

Entonces comienza a contar su experiencia de reconstrucción de la historia familiar, sus interminables charlas con su abuela. Una de las dos mujeres de setenta, de repente, lo interrumpe.

—Yo volvería al principio—dice la mujer, y parece que en ese acto se le hubiesen coloreado más los párpados, casi fucsias—, cómo revivir la historia desde el poema—comprobando en su cuadernito el título del taller—cómo trasmitir o cómo volcar al poema cada uno, o su historia personal o su historia… nacional o del barrio, o del lugar. Cómo hacer para transmitirlo, como vencer… o con qué armas, o cómo o cómo, cómo poder, porque ya hablamos tanto de las revueltas…

—En la gente de mi edad en España, a pesar de que estamos sufriendo la economía, la crisis, está esa sensación de que no vivimos nada real, de que no sufrimos nada real. Yo vengo acá, y no sé cómo lo viven ustedes, pero yo siento que la vida es más verdadera, las calles, todo—cuando Pablo habla deja entrever sus dientes chicos y separados de infante— Sabemos que en Europa es muy difícil que pase nada. A nivel social, a nivel político es un continente en decadencia. El paisaje es el paisaje de la decadencia y de un lugar en el que ya fue. Es como que me da un poco de escalofrío, pero esa sensación yo la tengo.

—Pero las herramientas, está pidiendo…..—dice la segunda mujer, de pelo un poco más largo, casi a los hombros, recordando la pregunta inicial de su compañera, mientras nos mira a todos, de nuevo en ronda, como buscando aprobación.  

Enséñanos a nosotros—apela la primera mujer, de ojos pintados, remedando el gallego de Pablo.

—Bueno, yo creo que se trata de encarnar, que la historia se haga cuerpo. Decía Valente, un poeta español, que sólo se llega a ser escritor cuando se empieza a tener una relación carnal con las palabras. Yo entiendo que explicar por ahí es siempre un poco regular porque es siempre un territorio de lo abstracto, pero yo siento así la escritura de la poesía.

Cuando nos estamos yendo, y empezamos a abrir las cortinas, la primera mujer aprovecha para repartir sus poemas, impresos en una hoja A4, horizontal y plegada en tres. En uno de ellos, titulado “Otra música”, se lee:

Cuitas de antaño
deambulan en mi interior.
¿Cómo plasmarlo en el papel?

Es claro, como decía en el video el abuelo de Pablo, Manuel Lareo Costas: se trata de trasformar, desbordar, transgredir, saborear la palabra en la boca hasta que se convierte en verdad.
                                   Foto: Editorial Municipal de Rosario

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