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viernes, 26 de septiembre de 2014

Christian Kent: Chaco, un territorio literario

por Anaclara Pugliese

Christian Kent nació en Asunción, en 1983. Sus dos libros de poemas, Lieutenant (2011) y  El Conde Orlof(2013), recorren el Paraguay de su memoria, el del grotesco poder y la mitología guaraní. Actualmente colabora en blogs,  “La Calle Passy 061″ y KIRIRÏSIS, y en el suplemento cultural del periódico ABC Color. 



—¿Cuál consideras que es tu ars poetica? ¿Hay algún texto tuyo o ajeno que la defina?

Es una pregunta difícil. Creo que si llegara a responderla entonces se acabaría para mí la posibilidad de seguir escribiendo, y por tanto sería mi propio fin. Al igual que yo mismo, mi escritura está en un constante cambio. Lo que escribí ayer, al leerlo hoy parece ser la obra de otro, de un extraño. Por eso puede ser que me cueste tanto leer en voz alta, porque mi voz intenta imitar otra voz que me ha dejado de pertenecer. Últimamente, respondiendo al lugar espiritual en el que me encuentro, trato de acercarme a la literatura como experiencia de búsqueda, de sanación y de evolución personal. Lo que no aporte al desarrollo de esa conciencia, no me sirve, no me interesa y no me gusta.


—¿Se hace presente la ciudad o el lugar donde vivís en tu poesía? 

Sí, se hace presente inevitablemente. El pájaro vuela en el cielo y el pez nada en el agua. ¿Cómo pudiera uno pensar fuera del lugar donde se encuentra? A veces, aclaro, no es intencional. En mi primer librito de poemas, Lieutenant, regreso a varios lugares de Paraguay que forman parte de mi memoria: Concepción, Caazapá... y acaba con la dirección de mi casa: Iturbe y Primera. En El Conde Orloff sitúo el poema en una Krakow ficticia, que no es otra cosa que un espejo grotesco de la societé paraguaya y sus juegos de poder, donde además se evoca una mitología guaranítica reinventada desde sus ruinas por una prostituta mutante y un bufón. Ahora estoy trabajando en un poema donde aparece el Chaco, un territorio de por sí literario, insólito.

—¿De quiénes de tus contemporáneos te sentís más próximo? ¿Y entre las generaciones anteriores, con quién tenés más afinidad estética?

Me siento próximo de todos mis contemporáneos. Pareciera una respuesta fácil, como si quisiera sacarme el problema de encima, pero es verdad. No hablo de una proximidad por parentesco de estilo, sino de proximidad por fe, por profesión. Enrique Lihn, en su musiquilla, diría que estamos unidos por condenación: condenados a leernos los unos a los otros, a escribir, a dolernos del ocio que conlleva, etc, etc. Pero yo ya no lo veo así, ya no me gusta pensar en la escritura en términos de inutilidad, de gratuidad, y toda esa paja de lamentarse porque no hemos aportado nada excepto dinero a las fábricas de cerveza y cigarrillos. Cualquiera que escriba o cante o piense poesía es mi semejante y entre todos escribimos y profesamos un solo poema que es - según creo - imprescindible.

—¿Cuáles creés que son los cambios más visibles en la poesía última?

Veo que la poesía escrita, o bien la poesía que concentra todo su valor en la escritura comparte espacios con una manera de comprender el poema que tiene más que ver con su realización concreta mediante la acción, lo performático, etc. La oralidad, que es el origen del gesto poético, va recuperando espacios ahora en la escena moderna donde se presenta como una nueva expresión de lo ritual, más cerca del cuerpo, de la garganta, del movimiento. Me gusta mucho la poesía Slam (o Slang) que utiliza el lenguaje del hip-hop para inventar un nuevo poema rítmico, coloquial y sobre todo muy bajado al barrio, a la realidad entre comillas. También el tema de las performances está bien, aunque debo admitir que a veces la espectacularidad me parece un poco vacía, sin contenido, poca poesía y mucha provocación. Son solo nuevas formas, en realidad no ha cambiado nada: mueren los viejos, nacen los nuevos.

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