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viernes, 26 de septiembre de 2014

Pablo Fidalgo: entre el Atlántico y el Mediterráneo.

por Anaclara Pugliese


Pablo Fidalgo Lareo(1984) nació en Vigo, España. Su obra poética, La educación física (2010), La retirada (2012) y Mis padres: Romeo y Julieta (2013), parte de la historia familiar, en una búsqueda que lo llevó a rastrear el destino de sus familiares exiliados en Buenos Aires durante la guerra civil española. Este año en el Festival propone un taller,
"Reescribir la historia desde el poema", entendiendo la creación poética como un gesto de resistencia que nos impulsa a saber siempre más sobre uno mismo. 



—¿Cuál consideras que es tu ars poetica? ¿Hay algún texto tuyo o ajeno que la defina?
—Cuando tenía veinte años fui a un taller de poesía en que me hicieron esta pregunta. Yo respondí con una cita de Antonio Machado “La poesía es el lugar donde los seres se hacen estares”. Y con otra de Huidobro. “El poeta es un pequeño Dios". Y a partir de ahí hay mucho que decir. Mi trabajo en estos últimos años ha sido reconstruir mi historia familiar y de algún modo la historia de España, y para ello he tenido que preguntar y hablar con muchas personas. El punto de partida de mi poesía es que todas las historias que me contaron eran mentira.


Czeslaw Milosz
 
¿Ars Poetica?
Traducción de Adrián Soto

Siempre he aspirado a una forma más plena
que estuviese libre de las demandas de la poesía o de la prosa,
y que nos permitiera comprendernos sin exponer
al autor o al lector a sublimes agonías.

En la propia esencia de la poesía hay algo indecente:
una cosa de la cual ignorábamos su existencia es extraída de nuestro interior,
así que pestañeamos como si un tigre hubiera emergido de nosotros
y se postrara a la luz, azotando su cola.

Por tanto, es correcto afirmar que la poesía ha sido dictada por demonios,
aunque sea una exageración sostener que debieron ser ángeles.
Es difícil suponer de dónde proviene el orgullo de los poetas
cuando continuamente se avergüenzan de la evidencia de su fragilidad.

¿A qué hombre razonable le gustaría ser una ciudad de demonios,
que se comportasen como si estuvieran en casa y hablasen en muchas lenguas;
y quienes, no satisfechos con manipular sus labios o sus manos,
le cambiaran el destino a su propia conveniencia?

Es cierto que lo mórbido es altamente valorado hoy en día;
y quizá crean que sólo bromeo,
o que compruebo simplemente uno más de los significados
del elogiable arte ayudándome de la ironía.

Hubo una época en que sólo se leían libros de sabios
que nos ayudaban a soportar el dolor o la miseria;
esto, sin embargo, no es exactamente lo mismo
que hojear miles de obras frescas, procedentes de clínicas psiquiátricas.

Y sin embargo el mundo es diferente de lo que aparenta ser
y nosotros somos distintos de los que vemos en nuestro delirio;
por eso la gente conserva una silenciosa integridad
que le permita ganar el respeto de parientes y vecinos.

El propósito de la poesía es recordarnos
qué tan difícil es permanecer como una sola persona
pues nuestra casa está abierta, las puertas no tienen llave
e invisibles invitados entran y salen a placer.

De acuerdo: lo que estoy diciendo aquí no es poesía,
pues los poemas deben escribirse raramente y de mala gana,
bajo una coacción insoportable, y con la sola esperanza
de que los buenos espíritus y no los perversos, nos han elegido como su instrumento.


—¿Se hace presente la ciudad o el lugar donde vivís en tu poesía? 
—Mi experiencia es el exilio. Nací en Galicia, donde la mayor parte de la literatura está escrita en gallego, y donde los escritores en castellano ocupan un lugar residual. Dicho esto, yo también he escrito en gallego y creo que mi tradición poética viene de tres países: Galicia, España y Portugal. Yo he encontrado en Costa da Morte, en Portugal y en Italia los lugares de mi escritura, donde encuentro un hilo directo con la historia. Y también está la cuestión de la luz, del mar, de los paisajes. Para mí la poesía ahora pasa por ahí, por una comprensión de esas dos geografías tan distintas, el Atlántico y el Mediterráneo
—¿De quiénes de tus contemporáneos te sentís más próximo? ¿Y entre las generaciones anteriores, con quién tenés más afinidad estética?
—Me siento muy próximo a la poesía de Olga Novo, la mejor poeta que ha habido en Galicia desde Uxío Novoneyra.  En lo que respecta a la poesía española, el problema es que ha habido muchos años de poesía de la experiencia, de corrupción en los premios y en las editoriales, todo muy feo. Podemos pensar que la verdadera poesía escapa de esas cosas, pero lo cierto es que la transmisión entre generaciones, también en poesía, ha fallado.  Hay una gran tarea de reconstrucción. En la tradición española me siento próximo a Valente, a Cernuda, a Juan Ramón, a Machado, todos exiliados. Pero también me siento próximo a la poesía norteamericana, y también a muchos de vuestros poetas: Gelman, Urondo,  Olga Orozco, Juarroz, Viel Temperley, Pizarnik…
—¿Cuáles creés que son los cambios más visibles en la poesía última?
El único cambio que veo es una falta tremenda de lecturas y de rigor. Creo que estamos en una época de transición. Internet posibilita mucho y al mismo tiempo lo devasta todo, también la poesía. Para mí, como es evidente, la poesía es una forma de vida y de relación con el mundo. Para escribir no solo hay que leer, si no que hay que estar dispuesto a perder mucho el tiempo, hay que estar disponible a lo venga, y aceptar también que no venga nada.

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