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jueves, 25 de septiembre de 2014

Osvaldo Aguirre. la cuestión del estado del tiempo.

Por Sofía Aldasoro

Osvaldo Aguirre (1964) mantiene una larga relación con la poesía y con este Festival. En la XXII edición, participará en la mesa de lectura junto a Fabián Casas, Cristian Vera y ná Khar Elliff. 
Es poeta, ensayista y periodista, editor del suplemento Señales en el diario La Capital (Rosario, Argentina). 
Sus textos se encuentran impresos por varios sellos editoriales. Pero además, en su blog personal, Las vueltas del camino, se puede encontrar, leer y volver a buscar mucha de la producción literaria del autor.


Fotografía de Héctor Rio (2007).

¿Cuál consideras que es tu ars potica? ¿Hay algún texto tuyo o ajeno que la defina?
No sé. Lo que pretendo es escribir poesía como una forma narrativa, en base a un cierto registro de lenguaje que para mí tiene un sello familiar.
¿Se hace presente la ciudad o el lugar donde vivís en tu poesía? 
Se hace presente a través de sus marcas en el lenguaje. En mi caso se trata del campo y de algunos pequeños pueblos del sur de Santa Fe, donde se radicó mi familia. Algo que me llama la atención –y me gusta mucho para escribir- es la persistencia de viejos dichos, refranes, frases hechas que parecen un poco desactualizadas, anacrónicas, pero suenan de modo particular y tienen un sabor a cosas perdidas, como un resto de experiencia que está oculto en las palabras. No es el paisaje en sentido estricto lo que me interesa, sino el modo en que algunos lugares, personas y cosas de ese espacio que reconozco como familiar –y un poco extraño, también- retornan a través de relatos, de formas de hablar, de percepciones y modos de pensar que cristalizaron en palabras y expresiones que me interesa redescubrir y poner de nuevo en circulación. Ahora que releí mis primeros libros –para la edición de El campo- me doy cuenta de que he escrito mucho sobre la cuestión del estado del tiempo: de la lluvia, de su posibilidad, de su falta, de lo que hace y de lo que no hace, de las expectativas, las memorias y los temores de que está rodeado el estado de tiempo en el medio campesino. Y es muy probable que siga por ese camino.


¿De quiénes de tus contemporáneos te sentís más próximo? ¿Y entre las generaciones anteriores, con quién tenés más afinidad estética?
Me gusta especialmente la poesía de Roberta Iannamico, me siento muy cerca de su mundo y de su forma de escribir poesía. Y entre los poetas de generaciones anteriores siento afinidad con muchos cuya lectura disfruto y me sirve de aprendizaje y reflexión, como Darío Canton, Roberto Raschella, Néstor Groppa y Estela Figueroa.

¿Cuáles creés que son los cambios más visibles en la poesía última?
Creo que en los últimos años, en Argentina, hubo una reacción conservadora muy fuerte ante los cambios y las búsquedas que se plantearon a partir de los años 90. Esta reacción decantó en algunas ideas que, a fuerza de ser repetidas, devinieron en lugares comunes respecto a una supuesta decadencia de la poesía argentina, a una supuesta pérdida o renegación respecto de la tradición poética y a un supuesto abandono de la lírica. Ninguno de esos lugares comunes se sostiene ante la producción de los 90 y de los que siguieron. De hecho, uno de los rasgos más notorios en la poesía de la última década del siglo XX y la primera del siglo XXI es la reconstrucción de la tradición poética. A la vez, esta reacción planteó la discusión poética en términos de un enfrentamiento entre la hegemonía de una corriente –la de la generación del 90 y la postergación de otra, supuestamente defensora de las cualidades intrínsecas del arte poético. Un invento. Afortunadamente, por lo menos hasta ahora, esa reacción no tiene mayor incidencia en lo que se está escribiendo.



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