La pregunta reza: ¿Cómo funciona el blog –y ahora las redes sociales– en estas escrituras, las de los poetas que no superaron la treintena y fueron convocados para la antología de 30.30? Daiana Henderson escribe: "La diversidad de la escritura de estos autores va de la mano de la multiplicación de los canales de circulación de los textos, que comportan una velocidad inédita: la de la web 2.0. Son los primeros benefactores de esta especie de democratización de la literatura, pero también son fuertes propulsores de esta proliferación: la mayoría de ellos dirige o codirige alguna editorial independiente, organiza ciclos de lectura, participa de festivales, gestiona galerías o centros culturales que funcionan como punto de encuentro, colabora en revistas virtuales o de papel, administra blogs, etc. El blog (y, antes, el fotolog) trabaja un tipo de escritura de entradas diaria, más o menos cercano al registro del diario íntimo, a la entrega periódica o a la fotonovela (incluso en algunos casos se podría pensar alguna cercanía al stand up). Aquellos aterrorizados con la posibilidad de que esta práctica de actualización diaria pueda convertirse en la concreción de la sentencia lamgorghiniana “Primero publicar, después escribir” pueden tranquilizarse con el hecho de que estos textos reciben otro tipo de trabajo, más prolijo, concienzudo y responsable, a la hora de pensarse o publicarse como libro, ya sea en papel o en soporte digital. El blog funciona, entonces, como una instancia intermedia, una especie de taller permanente en que el ejercicio de escritura diario toma visibilidad".
Miguel Ángel Petrecca, Bernardo Orge y Matías Moscardi (los dos últimos parte de la antología 30.30) en su lectura durante el XX Festival.
Sigue: "Los blogs personales no funcionan simplemente como un muestreo del trabajo de sus poetas-administradores. Se publican allí poemas propios, pero también colaboraciones de distinto tipo: traducciones, entrevistas, reseñas, comentarios sobre libros, recomendaciones de poemas, videos de bandas, promoción de eventos culturales de todo tipo. De este modo, cada blog propone una ramificación. Traza una multiplicidad de caminos (e incluso de desvíos) dentro del mapa literario. Otro lugar ocupan, para mí, las redes sociales en este entramado, aunque estén conectados intertextualmente. Las redes colaboran en lo que podría denominarse el aspecto social de la literatura. Algunos focos de producción poética o editorial extracéntricos (en ciudades o pueblos del interior de una provincia, por ejemplo) toman mayor visibilidad al entrar en relación directa con los demás actores del campo. Lo que hacen las redes es acortar las distancias. En las biografías de los poetas antologados puede leerse un mapa de desplazamientos muy intenso entre los lugares de nacimiento, residencia, formación, trabajo y publicación. Un dato importante puede deducirse de algunos casos emblemáticos en que los autores vienen desarrollando una obra de bastante solidez y sus publicaciones están desparramadas en editoriales de distintas ciudades y provincias, donde incluso se esfuma la necesidad de pasar por el núcleo históricamente imantado de Buenos Aires".
Daiana Henderson, la primera de la fila, en la clínica de poesía de Damián Ríos durante el XVIII Festival.
—¿Hay
alguna influencia notoria entre los 30 seleccionados de los movimientos
poéticos inmediatamente anteriores o de fines del siglo XX? ¿Qué característica de
la escritura destacarías?
—Naturalmente se
permean influencias. Sin embargo no creo que éstas aparezcan ni como
continuidades ni como rupturas de lineamientos o corrientes de los momentos
inmediatamente anteriores. Hay que tener en cuenta la temprana edad de los
autores; la mayoría de ellos se formó en talleres de poetas que desarrollaron
su obra en las últimas dos décadas, por lo cual pueden dejarse entrever las
herencias más o menos conscientes no sólo en el modo de escritura sino –creo
yo- en un modo de estar en la poesía. El libro, más que ensayar una respuesta a
modo de conclusión, como en el caso de las antologías retrospectivas que
conglomeran una serie de autores representativos de una época concluida, creo
que –por el contrario- abre preguntas. Es una antología de tipo proyectiva, que
presenta una serie de autores cuyas obras están en pleno estado de emergencia.
Algunos de los poetas que la integran ya tienen una obra bastante consolidada e
identificable, otros estaban inéditos hasta la fecha.
Las formas de
escritura de los autores son de lo más variadas. Esto, junto con la
proliferación de nuevos canales de publicación, dan una muestra rotunda sobre
la importancia de las fechas de nacimiento que contempla esta antología: sus
autores, nacidos a partir de 1983, conforman la primer camada de poetas que
nacieron, crecieron, se formaron, escribieron y publicaron en democracia.
El lector podrá
encontrar parentescos y contrastes entre los 30 poetas. Sin embargo, una
característica común que yo destacaría es el interés que muestran los textos
por ir a la parte más viva de la lengua, hay una reactualización que se produce
al conectar las herencias lingüísticas y poéticas con la realidad. La realidad
no aparece aquí como un afuera. De hecho no hay un adentro y un afuera. La
poesía en esta camada de poetas jóvenes se entreteje con la realidad múltiple y
con los usos de la lengua, también múltiples: el diálogo, el chat, lo
epistolar, las canciones, los cánticos en las canchas de fútbol, las noticias
en los diarios, el relato biográfico, las jergas, los regionalismos, los
modismos de los barrios y un larguísimo etcétera.
El libro permite
varios modos de lectura: uno más distendido, ocioso, donde se puede saltar de
un autor a otro (están ordenados alfabéticamente), elegir un orden aleatorio; y
otro más profundo, dedicado. En este sentido la antología no sólo es un fin en
sí mismo, sino que es también un medio: pone a la mano del lector un recorte
significativo de este momento de producción sobre el que pueden ensayarse,
sobre la marcha, algunas predicciones. El tiempo, en su lento andar, tendrá la
última palabra.
Tomás Boasso, uno de los poetas de la antología, en la clínica de poesía del XVIII Festival, a cargo de Damián Ríos.
—¿Notaron
que el Festival de Poesía de Rosario ha influido en algo en estos autores?
—El Festival de
Rosario, en el caso de algunos jóvenes, propicia un primer acercamiento a la
poesía contemporánea, al ofrecer la oportunidad de encontrarse con editores,
poetas y lectores. Pone al alcance de la mano una inmensa cantidad de material
de poesía contemporánea que es difícil de encontrar el resto del año en los
circuitos de librerías tradicionales. Constituye un momento y lugar de
aprendizaje muy provechoso, además de la oportunidad de escuchar leer a poetas
de muchísima trayectoria. Las Clínicas de Poesía en la Biblioteca Argentina del
Festival han sido dictadas, año a año, por poetas muy importantes como Daniel
Durand, Irene Gruss, Damián Ríos y Osvaldo Bossi. En Rosario, se han convertido
en un engranaje importante dentro de la formación de poetas, indistintamente de
su generación. Genera mucha expectativa y, en general, tanto para participantes
como para oyentes la experiencia resulta muy enriquecedora.
Festival XVIII, Clínica de Poesía en la Biblioteca Argentina a cargo de Irene Gruss.
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