El poeta y escritor santafesino Francisco Bitar, junto con Daiana
Henderson y Gervasio
Monchietti, editor de 30.30. Poesía argentina del siglo
XXI, respondió al fin nuestras tres preguntas sobre la antología que
reúne a treinta poetas de treinta años de distintos lugares del país.
Francisco Bitar, Daiana Henderson y Gervasio Monchietti durante la edición de 30.30. Poesía argentina del siglo XXI.
Desde el hotel –arroja un “acá” en su mensaje desde el servidor de
Hotmail que ubicamos en Rosario– resuelve el cuestionario de un tirón. Así, las
preguntas: ¿Hay alguna influencia notoria entre los 30 seleccionados de los
movimientos poéticos inmediatamente anteriores o de fines del siglo XX? ¿Qué
característica de la escritura destacarías? En el prólogo se menciona que entre
los materiales acopiados había muchos blogs. ¿Cómo funciona el blog –y ahora
las redes sociales– en estas escrituras?¿Notaste que el Festival de Poesía de
Rosario ha influido en algo en estos autores? Estas preguntas, decíamos,
agrupadas en tres puntos, son como el lejano eco de este breve ensayo que Bitar
mastica una fresca tarde de septiembre, a horas del comienzo del XXI Festival Internacional de Poesía de Rosario.
Escribe Bitar: “«Mi tradición son mis contemporáneos», dijo (Martín) Gambarotta en una oportunidad. Si
bien sus contemporáneos, los de Gambarotta, no son los nuestros –si es que
puedo considerarme parte de la generación antologada; capaz estoy nel mezzo del camino–, podemos decir que
hay premisas poéticas en común. Sin embargo, es mucho más interesante
preguntarse por las diferencias entre una y otra generación. Creo, sobre todo,
que en los 90 hay mucha intención de marcar la cancha y que, por lo tanto, el
libro como afán de obra, en muchos casos como obra instauradora (¿cuántos Waste lands
hay en los 90?: así, de movida, puedo contar unos 4 ó 5), tiene mucha más
concentración, proyección y pregnancia. Eso, con esta nueva generación de
poetas, se libera bastante, se relaja, y en ello los blogs y las redes sociales
tienen mucho que ver. Entre estos nuevos poetas se privilegia el poema por
sobre la obra, obra que en los 90, en muchos casos, tiene la forma de
poema-libro. ¿Por qué el poema por sobre el libro? Porque el texto debe
funcionar como anotación, debe poder mostrarse como objeto acabado de manera
urgente, debe poder «subirse», «postearse». El privilegio del poema por sobre
el libro genera una ventaja inmediata para nosotros como antologadores: es
mucho más sencillo recortar poemas que fragmentos de poemas y creo que esta es
una diferencia entre esta antología y, por ejemplo, Monstruos,
de (Arturo) Carrera. 30.30 es un
libro de poemas. Por estos motivos, por esta despreocupación respecto a la
necesidad de formar parte de una generación y de darle cuerpo, las propias
voces parecen hablar de un modo más bajo aunque para nada balbuceante. De todas
maneras, en el cuadro completo, la frase de Gambarotta sigue funcionando, y en
esto el Festival de Rosario ocupa un lugar central, estratégico. El Festival
tiene mucho de encuentro (por lo afectivo), de reunión (por su aspecto táctico)
y de congreso (por la puesta al día de lo que se está pensando respecto de la
poesía argentina en distintas partes del país). Lo mejor del Festival, a mi
parecer, está afuera de las lecturas, en estos otros «efectos» del Festival.”
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