"Ya entendí por qué los festivales de poesía empiezan después de las 17", dice alguien entre risas, testigo de que pasadas las 23, y pasadas algunas bebidas, la Plataforma Lavardén se convierte en un castillo encantando. Mientras algunos terminan de comer otros ya empiezan las lecturas en la terraza, entre el cielo, la cúpula y el gran reloj de agujas. Hay una sustitución: los poetas más retirados de la noche se van al hotel y salen a la cancha los más jóvenes, las promesas, los menos conocidos, más cómodos con la nocturnidad. Después, algo de música, alguna que otra escena, alguna que otra cosa, bajar las escaleras circulares y deambular en manada hacia el próximo destino. Donde habrá más lecturas, de poetas más jóvenes, de más lejos, y así seguirá. Entre cervezas, poesías y demás corroboramos lo que nos decía Callero, eso de que a los poetas les gusta la joda.
Trasnoche en la terraza de Plataforma Lavardén
Trasnoche en Bienvenida Casandra
Fotografías de Micaela Pertuzzo.
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