Por Lucas García
Rafael Ielpi (Esquel,1939) nos cuenta que sus primeros poemas, allá por el final de la década del 50, terminaron inequívocamente acompañando residuos en el basural municipal de Rosario (ciudad en la que vive desde la infancia). Los primeros poemas que pasaron su estándar fueron incluidos en El vicio absoluto (1966), libro que, en motivo de su actual reedición, sera homenajeado el sábado a las 18.30 hs en la Plataforma Lavardén.
También periodista e historiador con varios libros publicados, Ielpi (que a la vez es el director del Centro Cultural Roberto Fontanarrosa) cuenta que se pasó veinte años sin escribir un sólo renglón de poesía. Peosía que rememoraba la escena rosarina en bares como el Savoy, el Casablanca, el Odeón y algunos otros ya desaparecidos. Quizás sea para remediar ese edén de bares que hoy viva frente al legendario bar El Cairo.
— Qué lectura (texto, película, música) o experiencia te llevó a escribir poesía? ¿Qué gatilló el poema? ¿Qué edad tenías? ¿Provenías de un ambiente familiarizado con la poesía o la literatura?
En realidad, mis primeros poemas fueron escritos alrededor de 1958, cuando ya había iniciado mi paso por la Facultad de Filosofía y Letras y comenzado a leer poesía de modo casi diario, por ese entonces de poetas como Blake, Hölderlin, Rilke, Apollinaire, Rimbaud y también de los norteamericanos; por esos años había editoriales como Assandri, de Córdoba, que publicaban muy buenas ediciones de algunos de ellos, bien traducidos. Sin ninguna influencia de esos nombres (y de Neruda, Vallejo, Huidobro, que también leía) empecé a pergeñar mis primeros poemas, tan desechables que no dejó rastro de ninguno de ellos y los he olvidado. Los que me parecieron publicables integraron mi primer poemario, “El vicio absoluto”.
Mi ambiente familiar (en casa de mis abuelos paternos donde mi crié) no era demasiado vinculado a la literatura pero había, sí, una biblioteca bastante heterogénea, nutrida por un tío, de la que fui leyendo entre los 12 y los 15 años Verne, Salgari pero también novelas, que incluso excediendo mi edad, me causaron una gran impresión y deseos de escribir: “La muerte de Virgilio”, de Herman Bröch y “Cristo de nuevo crucificado” y “Alexis, el griego”, de Nikos Katzanzakis.
He sido muy inconstante con la escritura de poesía y estuve muchos años, casi veinte de no hacerlo. Ahora, hace dos o tres años, reincidí sin ningún método ni horario, “armando” los poemas en mi cabeza hasta fijarlos en letra escrita o hasta desecharlos después de un tiempo.
— ¿Quién, de entre los invitados del festival, te gustaría que te lea? ¿Cómo es tu relación con el festival?
No se si a los poetas les gusta leer a otros; no es mi caso, que siento un gran gusto en leer a otros, poemas de Dylan Thomas, de Auden, de Vallejo, de Neruda. Mi relación con el Festival ha sido muy discontinua; he asistido en ediciones pasadas a lecturas de poemas que valoro como Olga Orozco, Hugo Gola –con quien tengo una vieja amistad-, Calveyra, Gonzalo Rojas y otros cuando las lecturas eran en el Centro Cultural entonces Rivadavia.
— ¿Contra qué o contra quién escribís? ¿Qué autor de la contemporaneidad te parece sobrevaluado?
Hubo una etapa de mi poesía en que los contenidos tenían relación directa con la realidad circundante, a veces desde lo metafórico y otras directamente, como en los años de la dictadura. Era, supongo, también una forma de lucha o de reacción; también he escrito acerca de mi propio pasado, de mis experiencias de infancia, con una visión crítica y amarga.
Sin duda que hay muchos a quienes las capillas literarias, los cenáculos, los círculos de amigos, sacralizan de modo excesivo y hasta irritante. Pero eso en todo caso califica a esos círculos y me parece hasta ocioso e incluso inútil señalar nombres. En todo caso sería más justo mencionar a aquellos que son menoscabados en su valor como poetas, o a los que el canon académico no se digna incluir en sus listados.
— ¿Cuál fue "el" momento poético que hayas vivido en las últimas horas?
Descreo, como Drummond de Andrade, de las “efusiones líricas” tanto como de la gracia.
— ¿Qué libro o autor contemporáneo recomendarías?
Son tantos que sería una larga nómina. Estaría bien no excluir a algunos no tan contemporáneos como Musil, Walser, Guimaraes Rosa, Joyce, Kafka y a otros más cercanos en el tiempo como Carver, Kundera, Mishima. De los nuestros, sin duda que Juan José Saer.
— ¿Qué es lo que más te sorprendió encontrar al buscar tu nombre en Google?
Que estuviera.
— En relación a El vicio absoluto, que fue publicado en el año 66, ¿cómo recordás la escena de la poesía en Rosario? ¿Cuales eran los lugares por excelencia donde se desenvolvía? ¿Cómo ves la escena rosarina hoy?
Entre los finales de los años 50 y comienzos de los 60, esa generación (en la que entraban Padeletti, Oliva, Sevlever, Harvey, Vila Ortiz y otros) no aparecía vinculada ni influenciada por antecesores que hoy han sido revalorizados como Aldana y Marull, ni por otros anteriores como Fausto Hernández, Fruttero, etc. Ni “El vicio absoluto” ni los primeros libros de los otros amigos mencionados eran producto de ese legado precedente.
La poesía de esos años andaba en bares como el “Savoy”, “La buena medida”, el “Laurak Bat”, el “Provincia”, el “Iberia”, el “Casablanca”; el “Odeón”; en la Facultad de Filosofía y Letras (donde nació la revista “Pausa”); en publicaciones efímeras, en algunos encuentros y lecturas. El “clima” poético y el entusiasmo por la poesía serían más visibles en los poetas y grupos de vinieron a partir de los 60: Eduardo D’Anna, Hugo Diz, Jorge Isaías, Guillermo Ibáñez, Calgaro, Piccione, Plaza, Pochi Bertone, Celia Fontán y muchos más, a todos los que valoro y cuyos libros tengo siempre presentes. La actualidad está en manos de una buena cantidad de jóvenes mujeres y hombres que escriben poesía, publican y han dado a Rosario, una vez más, la condición de “ciudad de poetas”. El Festival, en ese sentido, ha contribuido incluso con sus altibajos, a promover la poesía, su lectura, su conocimiento, su estudio por las nuevas generaciones. No ha sido poca cosa.
Algunos poemas de Ielpi aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario