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sábado, 21 de septiembre de 2013

Mauro Lo Coco: "Fundamos nuestra inocencia de nuevo"

por Anaclara Pugliese
 

Mauro Lo Coco (Villa Santa Rita, Buenos Aires,1973) responde, quizás, inquieto: nunca dio notas, como muchos de los poetas que entrevistamos, aunque sí participó en varios festivales. Cuando le preguntamos a Callero quién, de entre los invitados al Festival, le gustaría que lo leyera, él no dudó: "Lo Coco". Mauro nos envía una foto tomada desde su balcón, donde sale a fumar mientras escribe y "a mirar, a pelearme con las palomas", y un retrato suyo que parece insinuar lo que su apellido esconde entre cortes y repeticiones silábicas.

—¿Qué lectura (texto, película, música) o experiencia te llevó a escribir poesía? ¿Qué gatilló el poema? ¿Qué edad tenías? ¿Provenías de un ambiente familiarizado con la poesía o la literatura?
—A los 25 años estaba haciendo trámites para el Ministerio de Salud. Esperaba el colectivo 37 en Corrientes y Callao. Un hombre nos avisó que habían iniciado un paro. Me metí entonces en la librería Plus Ultra y compré Casa de la mente, de Alberto Girri, en una mesa de saldos. La edición no prometía gran cosa pero el libro me cambió la vida. En casa había una buena biblioteca, aunque no se leía tanto. Mi padre confiaba en que íbamos a progresar gracias a la lectura e intentó obligarme a esa práctica de muchas maneras. Fracasó en todas. Yo quería ser jugador de fútbol y leía El Gráfico.



— ¿Cómo es tu proceso de escritura? ¿Tenés un método, un horario, un lugar? ¿Te acompañás con lecturas?
—Mi proceso se organiza según la etapa de la obra que esté transitando. Inicialmente es exploración: ahí mi escritura es arbitraria y huidiza, no hay plan. Suele aparecer en los tiempos muertos entre las clases (doy muchas, demasiadas). También en los transportes que uso para ir de universidad a universidad. Me gusta estar en tránsito y cuando estoy en viaje surgen borradores que escribo en cualquier papel. En esta etapa tengo mis manías: no me gustan los cuadernos, escribo hojas sueltas y de diferentes tamaños.
Llega una momento en que todos esos papeles se acumulan y empiezo a ver que hay unos cuantos que tienen algún denominador común, un eje, un lugar de convergencia. Generalmente es entonces cuando aparece la primera intuición de la obra, cosificada en algún tipo de motivo, que suele ser una frase. Ahí tengo el ADN de la obra. De ahí saco líneas de fuga hacia todas las direcciones que puedo. Considero la música y las imágenes visuales que merodean. Muchas provienen de lo que escuché y lo que vi en los viajes mientras escribía, aunque incorporo algunos materiales más que mi archivo e internet prestan generosamente. Suelo integrar también algunas lecturas. Especialmente me gusta investigar en enciclopedias, y en libros técnicos y religiosos. El buceo y la acumulación de materiales son acompañados de un poco más de producción durante esta etapa.
Luego hay un tercer movimiento que consiste en el armado del mono de la obra. Voy editando la obra empezando a probar un orden tentativo para lo que ya está escrito, así como voy marcando los huecos entre poemas en los que falta alguno, y anoto incluso qué tipo de texto es el que podría ir ahí. Eso me lleva a tener un borrador con andamios y otras prótesis provisorias.
Finalmente, vivo unos meses con el boceto a cuestas, arreglando poemas que ya están y usando esquirlas y esquejes para completar los huecos. De a poco voy quitando las guías y se consolida lo definitivo, previa prueba de leerlo mucho en voz alta y de probarlos mucho en vozme.com , una herramienta que amo.
—¿Quién, de entre los invitados del festival, te gustaría que te lea? ¿Cómo es tu relación con el festival?
—Sería caprichoso elegir alguno, aunque debo admitir que tengo debilidad por Sebastián Bianchi. Es un escritor que admiro, que he leído con sumo placer y disposición para aprender. No tengo una relación directa con el festival, aunque estoy al tanto de lo que pasa porque siempre hay algún amigo que lee ahí. El año pasado asistí a algunas lecturas y estuve en la Feria de Editoriales.

—¿Contra qué o contra quién escribís? ¿Qué autor de la contemporaneidad te parece sobrevaluado?
Quizás escribo contra el tiempo, aunque igual ya sabemos que va a ganar. No soy agonístico, no escribo contra nadie. Habrá autores u obras que seguramente no me interesan. Carezco de ganas de combatir, no es una fuerza que alimente mi escritura ni ninguna actividad que realice en general. Vivo un poco ajeno al campo literario y me cuesta, con toda sinceridad, identificar un autor que me parezca sobrevaluado. No tengo claros los parámetros de valoración de nuestro ámbito y no estoy en situación de evaluar algo así. A veces tengo la impresión de que cierta crítica valora más la novedad temática, retórica y estilística que la consistencia y la sensibilidad de una obra. Sin embargo, sería una intrepidez de mi parte también asegurarlo, porque estoy opinando sobre un tema del que conozco muy poco.
—¿Cuál fue "el" momento poético que hayas vivido en las últimas horas?
—Una señora se presentó en el aula en la que estaba tomando examen. Aseguró haber sido mi alumna hacía unos años. Me dijo que había hecho lo que yo le había encomendado, que era encerrarse durante una semana con Charles S. Peirce. Aseguró que antes lo consultó con los ángeles, y que ellos le recomendaron lo mismo. Me dijo que sabía dónde desayunaba yo y que cuando tuviera novedades me buscaba ahí para contármelas. Espero. 
—¿Qué libro o autor contemporáneo recomendarías?
—Siempre insisto con toda la obra de Patricio Grinberg, especialmente VHS. Me parece interesante también el trabajo de Aníbal Cristobo: Krill tiene más de 10 años, pero es un libro importante para la poesía argentina. Mayorías de Uno, de Nicolás Pinkus me gusta mucho. Hace poco me sorprendí con Soltería de Santiago Castellano. Es una obra extraña, de una música increíble. Gracias, de Pablo Katchadjian es una novela para poetas. La última de Aira, de Ariel Idez, también, me hizo reír un rato largo. TEs recomendable cualquier cosa que hagan Roberta Iannamico, Sebastián Bianchi y Carlos Battilana. Actualmente estoy leyendo Comunidad Impropia, de Esteban Dipaola. Hay gente joven como Cecilia Eraso, que tiene poemas que me interesan mucho. Es difícil elegir uno.
—¿Qué es lo que más te sorprendió encontrar al buscar tu nombre en Google?
—Hay una pizzería en Nueva York que tiene mi nombre. En Mercado Libre venden un libro mío a 100 mangos. Hay alumnos que me dejan mensajes en páginas que tienen poemas míos pero que yo no administro, así que nadie les va a contestar. En una página mexicana un señor me acusa de degradar a la poesía argentina.
—Según Raúl Zurita la poesía es “el vislumbre del paraíso”, pero éste nunca se revela, nunca se muestra del todo. En tu poesía el paraíso se vislumbra cada vez más cerca del hombre, las ventanas que dan al paraíso son exacerbadamente cotidianas, pienso sobre todo en De 18 éxitos para el verano, en los poemas “no te entiendo pero te entiendo”, “el ruido de la heladera, ese verano”, “los juanetes le duelen a Elsa”. ¿Se trata de un nuevo paraíso o de una nueva forma de vislumbrarlo?
—Comparto la idea de la poesía como vislumbre. No sé si lo que se alcanza a intuir es el paraíso. Me encantaría creer que es así. Soy más afecto a creer que más allá se insinúa la falta. Ver la fisura y rozar ese destino mudo te devuelve hacia el mundo, que se recupera así como horizonte, ya como fatalidad. En ese tránsito entre aventurarse en la fuga y regresar sin nada hay un momento de respiración. Entonces, cargamos las cosas y nos arropamos para seguir. Fundamos nuestra inocencia de nuevo. Esta forma de vislumbrar es lo único que permite soportar lo real, lo que nos toca.

Más información sobre Mauro Lo Coco:
Determinado Rumor

Elecciones afectivas

Círculo de Poesía

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