Marina Mariasch nació en Buenos Aires en 1973. Escribe, traduce, trabaja en cuestiones de género y derechos humanos. Hace muy poquito la editorial Blatt&Ríos publicó Paz o Amor, sus poemas reunidos.
—¿Cuál
considerás que es tu ars poetica? ¿Hay algún texto tuyo o ajeno que la defina?
—Lo que considero
mi arte poética es algo abierto, sin restricciones. Ni para mí ni para los
demás. No creo en las prohibiciones, ni en la metáfora, ni en las comillas, ni
en el lugar común. ¡Qué lindos son los lugares comunes a veces!
Creo en la poesía que hay en las
palabras de todos, en algunos nombres propios, en los manuales de uso. Nadie
sabe más que los demás.
Creo en el poema como un oráculo, al
que llego llena de preguntas. Y salgo del poema sin respuestas. Porque el poema
no es afirmación, es duda, es búsqueda. Creo que la poesía
no cura, es locura.
No puedo elegir un
poema que me defina, porque me gusta más la indefinición. Pero me gusta mucho
el poema de Pasolini que dice "Quién soy".
—¿Cómo aparece
la ciudad o el lugar donde vivís en tu poesía?
—El lugar que nos
rodea, nuestro hábitat, tiene que ver con nuestras condiciones de producción. Es
inevitable que aparezca en la poesía, creo, de una manera u otra. En mis poemas
aparecen mi habitación, que es donde cuando era free lance pasaba mucha parte
del tiempo, y la cama era mi lugar de trabajo, la pista de baile, un lugar de
conquista y confusión, los kioscos y las calles, sobre todo las casas espiadas
desde afuera. Y también aparece el obelisco, ese palo gigante que dice: las
cosas son así.
—¿De quiénes de tus contemporáneos te sentís más próximo? ¿Y de las
generaciones anteriores?
—¿Cuál es la edad de la poesía? Hay
poesía de la que me siento muy cerca como la de Susana Thènon. Me gusta la poesía que se escribe sin
una idea previa, sin dirección. Me gustan MEcon de Mara Pedrazzoli, la poesía
portuñol de Mariela Gouric, los poemas pobres y lujosos de Ezequiel
Alemián.
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