Por Oscar Bermeo y Paula Bertolino
Jeymer Gamboa de visita en el Centro Cultural El Obrador |
- ¿Saben algo de Costa Rica?
Silencio.
- ¿Ni por el mundial de fútbol?
- Sí, que tiene buenas playas –grita alguien-.
Risas.
Así se quiebra el hielo entre Jeymer Gamboa
(Costa Rica, 1980) y los cuarenta adolescentes que lo escuchan expectantes en
el patio del Centro Cultural El Obrador.
No fue como lo presumía. Jeymer esperaba oír algún reconocimiento a su
selección, la sorpresa de Brasil 2014, la que lo mantuvo en vilo durante un
mes, pero terminó recordando aquellas costas caribeñas que cambió por el Río de
la Plata hace ya siete años.
A su lado no estaba Glaem Parls (Santo Domingo, 1980),
como prometía el programa. Se había perdido luego de las lecturas de trasnoche,
ya en la madrugada. A Jeymer en cambio una botella de agua mineral le ayudaba
a mitigar el sueño y la resaca.
Lo primero fue recorrer los veinte minutos en auto que separan el hotel céntrico
del barrio Toba, en la zona oeste de Rosario. Luego una caminata corta para visitar
los coloridos esténciles que alumnos de las escuelas 1333, 1376 y el Centro de
Convivencia Barrial 23 de febrero habían pintando en base a sus poemas. Y ahora
llegaba el turno de su lectura.
Parado junto a él, en el patio de El Obrador, estaba Matías “el Colo” Romaguera,
un chico de la República Sexta que, también, tenía un libro en sus
manos. Recién lo conocía. Había llegado por su cuenta en el 110, el único
colectivo que recorre la zona, para compartir poemas de su primer libro: Un relatocolorado.
Jeymer empieza a leer. Una hoja de afeitar y un ventilador protagonizan
los primeros textos. Mientras sus palabras se van esparciendo por el jardín del
Centro Cultural El Obrador, una torta asada, recién salida de la parrilla, pasa
de mano en mano entre los presentes, ubicados en bancas y sillas traídas de
algún salón.
Ya entrado en confianza, la lectura de Jeymer se torna confesional. En
los poemas aparece el Land Rover de su padre, donde aprendió a manejar, y sus
primeros recuerdos futbolísticos. La atención se agudiza. Varios de los
muchachos reunidos, provenientes de aulas multigrados, aprueban con sonrisas el
texto que evoca una final ganada con un gol en contra. Luego lee los versos
dedicados a la pasión de su padre por las maratones. "A veces me parece
que sale a correr para recortar la distancia que hay entre nosotros", lee
en la última línea.
Los aplausos marcan el final de su participación. Su voz había superado
la imprevista ausencia de micrófonos. Jeymer agradece escuetamente, toma del
hombro a 'El Colo' con cierta familiaridad y le cede la posta. Hasta este momento,
Matías se había mantenido atento, acorde a los códigos de los recitales
poéticos en los que recién se veía inmerso. Entonces, dibuja una sonrisa, abre
su pequeño libro y lee "Amor por videochat".
El tono de su voz juega con diversos matices. Grave, agudo, alto, bajo.
“Lee muy bien”, reconocería luego Jeymer. Antes de concluir, ‘el Colo’ lee una
poesía titulada ‘Bunker’, una especie de exhortación a cambiar la realidad de
las zonas periféricas, de las cuáles él se siente parte. Termina también entre
aplausos. Y, con seguridad escénica, el chico del barrio La Sexta adopta el rol
de anfitrión. “Bueno, ahora tocan las preguntas”, dice risueño y rápido de
reflejos, como si intentase que no se esfume la atmósfera generada.
Su frase resuena en el jardín durante un rato, acompañada de algunos
murmullos y sonrisas cómplices. Hasta que él mismo, continuando con su
improvisado rol, dice que tiene una pregunta para Jeymer.
-¿Cuándo empezaste a escribir poesía?
El tico menciona la época escolar y, dentro de sus recuerdos, ubica a la
biblioteca del colegio como su lugar preferido a los 12 años. De pronto, una
voz sale del público e interroga: - ¿Y vos ‘Colo’, cómo empezaste?
Matías emprendió su camino literario en el último verano. Alentado por
amigos, el ‘Colo’ había encontrado una forma de obtener ingresos a partir de la
venta de sus escritos por los pasillos de la Siberia –un poema, a
alumnos y docentes, a cambio de una moneda. El paso por un taller literario, en
el barrio Empalme Graneros, le dio el impulso que necesitaba para publicar su primer
libro de poemas. Poemario que presentó, frente a un auditorio lleno en la
Biblioteca Argentina, a comienzos de mes.
- Leí mejor ayer, con algunas cervezas encima - confiesa Jeymer, de
vuelta en el auto, camino al centro. La gran convocatoria y la ausencia de su
compañero parecen haberle pesado. Los organizadores, que con actividades como
esta buscan hacer circular el Festival Internacional de Poesía por los barrios,
regresan muy satisfechos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario