ná Khar Elliff-ce es poeta, docente y perfórmata. Fundó la Estación Alógena en el año 2002, espacio para la experimentación y la alquimia desde el arte.
Por otro lado en cualquier forma de arte siempre se pensó cómo variar la disposición del cuerpo y del instrumental a la hora de ejecutar, pero la literatura sigue sin mover sus piezas. Y esa serie de consignas físico-perceptivas a la corta resultan de una cefalización exasperante, y desde ya siempre se puede hacer un poema desde otras situaciones de ejecución. Por un lado liberando el sistema escritura a favor de hablas que vienen del vagar e devagar, una suerte de charla pática si se quiere, pero a la vez liberar el habla misma de sus responsabilidades civiles (toma de posición, opinión, manifiesto). Si alguna vez volviera a dar talleres, sacaría a los asistentes a yacer o a escribir con prótesis o a improvisar parlamentos situados, sin la ingeniería escolar de las facultades, tratando de construir una ingeniería funcional o en el otro extremo ortopédica, de colocación o subplantación de la energía, consumiendo otras cosas que el propio cerebro consumido por la responsabilidad de la letra. Y no por un neo-higienismo salvaje ni por curación alguna, sino para extraer nuevos enfermos y médicos, como sugería Deleuze. Por supuesto que aun en-escritorio cada cual puede mantenerse impasible y sobrepasar en su terreno la ingeniería social del pupitre y del habla como manifestación. En mi caso, en cambio, encontré las viejas recetas del informante: los minigrabadores, MD’s, la investimenta (falsas alhajas), las incursiones desérticas, instrumentos portátiles, todo bastante ridículo, y sin embargo poco usufructuado a favor de la presión bajo la gracia en el poema.
Evita la respuesta directa y así siente la poesía y describe su modo de creación:
--Una payada
con acento en una oralidad descentrada, cosmológica, sin posibilidad de volver
atrás (“el verso anterior”), más la función básica y piradora del camouflage sobre el terreno. Ahí ya resulta
imposible separarse para escribir, no hay mesa ni laboratorio, se va confundido
al paseo, a las apariciones del medio, es decir lo más metamorfoseado posible,
más el hecho terriblemente conductor de moverse en todas las direcciones del
ámbito mientras se dicta ... El puro “ir” improvisatorio, propiedad que el
desierto potencia a niveles de euforia. Así que los minigrabadores, incursiones
y camouflages, vinieron
como intercesores para consolidar una dimensión que no estaba, llámese
Ovnipersia y lo que sigue.
Por otro lado en cualquier forma de arte siempre se pensó cómo variar la disposición del cuerpo y del instrumental a la hora de ejecutar, pero la literatura sigue sin mover sus piezas. Y esa serie de consignas físico-perceptivas a la corta resultan de una cefalización exasperante, y desde ya siempre se puede hacer un poema desde otras situaciones de ejecución. Por un lado liberando el sistema escritura a favor de hablas que vienen del vagar e devagar, una suerte de charla pática si se quiere, pero a la vez liberar el habla misma de sus responsabilidades civiles (toma de posición, opinión, manifiesto). Si alguna vez volviera a dar talleres, sacaría a los asistentes a yacer o a escribir con prótesis o a improvisar parlamentos situados, sin la ingeniería escolar de las facultades, tratando de construir una ingeniería funcional o en el otro extremo ortopédica, de colocación o subplantación de la energía, consumiendo otras cosas que el propio cerebro consumido por la responsabilidad de la letra. Y no por un neo-higienismo salvaje ni por curación alguna, sino para extraer nuevos enfermos y médicos, como sugería Deleuze. Por supuesto que aun en-escritorio cada cual puede mantenerse impasible y sobrepasar en su terreno la ingeniería social del pupitre y del habla como manifestación. En mi caso, en cambio, encontré las viejas recetas del informante: los minigrabadores, MD’s, la investimenta (falsas alhajas), las incursiones desérticas, instrumentos portátiles, todo bastante ridículo, y sin embargo poco usufructuado a favor de la presión bajo la gracia en el poema.
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