Anoche, durante tres horas, la rosarina plaza Montenegro fue el epicentro del sacudón poético hispanohablante. Autores de diversas latitudes coincidieron en el primer piso del Centro Cultural Roberto Fontanarrosa para ver nacer a "1.000 millones. Poesía en lengua española del siglo XXI", un intenso manifiesto colectivo que da luces sobre la obra literaria de los jóvenes que revitalizan continuamente el idioma castellano.
Bernardo Orge y Daiana Henderson presentan "1.000 millones...". (Foto: Guillermo Turín)
En la presentación, Bernardo Orge y Daiana Henderson, dos de los editores del proyecto, enunciaron algunos rasgos de la selección. Una lengua común y un grupo etario similar (nacidos entre 1980 y 1995) fueron algunas de las pautas que dijeron tener en cuenta durante el proceso. En un momento, Bernardo rompió el protocolo."Hay que dar un agradecimiento expreso a Google", dijo destacando el rol de la navegación en el ciberespacio para descubrir nuevos tripulantes en la misión.
Julio Balcázar en plena lectura. (Foto: Guillermo Turín)
Bernardo Orge compartió con nosotros mayores detalles de la flamante publicación en la siguiente entrevista.
- El año pasado la
orientación de las publicaciones, lanzadas en el contexto del Festival,
cambiaron de rumbo. Se dejó la producción de obras completas y se pasó a las
antologías colectivas. Este año se refuerza esa nueva senda con “1000 millones.
Poesía en lengua española del siglo XXI”, ¿qué motivó a cambiar ese
enfoque?
Creo que no me toca a mí responder esta
pregunta, recién me sumé este año al equipo de organización. De todas maneras, una
hipótesis: capaz que el hecho de que en el Festival se crucen autores y
publicaciones de todas partes terminó decantando en estas iniciativas.
Por otro lado, no me parece que se trate de
un cambio de enfoque radical. Si uno mira el breve catálogo que se armó con las
publicaciones del Festival encuentra, como decís, obras poéticas reunidas pero
también libros de entrevistas, ensayos, etc. Analizando esa serie podés pensar
que los móviles de todos esos libros son más o menos los mismos: poner en
circulación textos difíciles de conseguir, intervenir críticamente sobre el
campo… tratar de proponer, en definitiva, iniciativas editoriales necesarias y
a veces postergadas. En este sentido, las antologías se suman a la colección
sin mayores problemas. Como lector, Trabajo
nocturno, la obra reunida de Inchauspe, y 30.30, la antología de poesía argentina del siglo XXI, me parecen
libros igual de necesarios. Además, lo que pasa un poco con las colecciones
es que los primeros títulos de la serie condicionan a los que siguen pero a la
vez los títulos nuevos resignifican a los anteriores. En la solapa del 1.000 millones el primer libro de la
lista es de Juan L. Ortiz. ¿Qué puede significar esto para un chico rosarino
que no conoce a Juanele y se compra la antología interesado por autores de su
edad? ¿Qué le va a pasar con eso? Estas preguntas se magnifican si se piensa en
lectores extranjeros.
- ¿Cómo fue el proceso de selección de los escritores incluidos en esta
nueva antología? ¿Además de libros publicados, también se consideró la obra
difundida en blogs y redes sociales?
Leímos mucho de la pantalla de la
computadora, bastante en papel también, pero más de la computadora. Charlamos,
cambiamos mails y armamos listas con cientos de nombres de poetas. Teníamos el
bagaje, en materiales impresos y referencias, producto de los intercambios de
los Festivales y teníamos la biblioteca de Daniel García Helder, con los
libritos acumulados por él durante años de trabajo. Así y todo, lo mismo el
grueso de la búsqueda fue en Internet. El libro termina con una webgrafía, una
muestra apenas indicativa de las páginas que consultamos: revistas
electrónicas, blogs, tumblrs, etc. De alguna manera, como los datos
bibliográficos de los libros de cada autor aparecen en las notas biográficas, nos
pareció más necesario y más interesante este anexo que una bibliografía
tradicional.
La búsqueda online fue extensiva, sin ningún
filtro más que el de la disonibilidad de los materiales en Internet. Un
recorrido cualquiera podía ser más o menos así: encontrábamos en un blog el
comentario de una lectura en un bar de la ciudad equis con la lista de los
autores participantes, googleábamos a esos autores, buscábamos sus blogs, sus
colaboraciones en revistas electrónicas, intentábamos encontrar algún libro en
scribs o en issuu, leíamos sus poemas, buscábamos más poemas y, si nos
gustaban, contactábamos al autor en cuestión para pedirle el grueso de su
material que, por regla general, nos llegaba en archivos digitales. Este método
terminó dándonos alguna sorpresa incluso entre los autores argentinos, el campo
que por cercanía nos era más familiar.
Para nosotros la entrada de blog es una
publicación. Aunque el administrador pueda eliminarlo o modificarlo, ahí hubo
un texto escrito, accesible para cualquier lector. Tratamos de ser justos con
esto y citar todas las fuentes originales de los poemas, sean blogs personales,
revistas electrónicas o páginas web. En el caso de los blogs decidimos mantener
en la antología el orden cronológico inverso y datar con fecha y hora cada
entrada para emular las plantillas html o wordpress. Creo que esta preocupación
por referir la procedencia online de los textos terminó siendo productiva.
Gracias a esto, una de las lecturas transversales que soporta la antología es
la referida a los usos de las herramientas web por los autores de poesía –cómo
varían en cada caso, cómo varían según grupos etarios, según países, etc.–,
cosa que se habría perdido de haber presentado todos los textos sacados de
Internet como inéditos. Por otra parte, cuando pasás un poema de una plataforma
web al papel mucha información hipermedial queda en el camino pero al mismo
tiempo las nuevas condiciones de lectura concentran la atención exclusivamente
en el aspecto lingüístico de ese texto multimedia. Es una operación que sí o sí
implica una pérdida pero que también cambia el enclave de lectura.
Otra cosa que me parece interesante es que
algunos de estos textos de origen web fueron escritos fuera de género, o sea,
sin una atención especial a las convenciones de producción y recepción de la
poesía por parte de los autores. En todo caso, la etiqueta que mejor les queda
es la de ‘entrada de blog’, pero al mismo tiempo son textos que tienen lo
poético como horizonte y dialogan tranquilamente con los poemas del libro, lo
que hace pensar en los límites y los alcances de esta forma de escribir.
- ¿Cómo describirías lo que está sucediendo en la poesía joven de habla
hispana?
La verdad, antes de trabajar en la edición
de este libro no estaba acostumbrado a pensar en esos términos y todavía me
cuesta un poco. Creo que los niveles de análisis a los que estamos más
acostumbrados –o a los que estoy más acostumbrado yo– son el regional, el
nacional y, a lo sumo, el continental. Nunca había llegado a abrir tanto el
zoom como para poner a dialogar los diferentes módulos mentales que uno se va
armando en la cabeza como lector y que más bien terminan cayendo en algo un
poco cómodo que es usar la nacionalidad como ordenador, con un par de faros
estéticos históricos y ya. 1.000 millones
pone el foco en la lengua y con esto determina un territorio de análisis nuevo,
una serie nueva, en donde los eslabones, los textos, establecen entre sí relaciones
muchas veces inéditas. Esto, creo, hace pensar cosas nuevas.
De todas formas la poesía joven de habla
hispana es vastísima y excede en mucho a los trabajos incluidos en este libro. Muchas
búsquedas, muchos autores. Un breve viaje en el tiempo: creo que en poesía en
lengua española –más allá de un par de poéticas super influyentes, más allá de
la expansión del coloquialismo en los 60, etc.– puede que el modernismo haya
sido la última avanzada estética con pleno alcance internacional. Y, es raro, pero
en una buena cantidad de los poetas que leímos se siguen notando rasgos
modernistas. En 1.000 millones, en
cambio, esta presencia no se percibe sino mediada. Pero, bueno, lo menciono
porque eso pasó hace ya bastantes años y desde entonces no es fácil adjudicarle
rasgos generales a la poesía en habla hispana; incluso entonces tampoco lo era.
Entre los incluidos en la antología hay de
todo: autores que parecen continuar una tradición nacional o
regional, autores que de alguna manera están más al tanto de las últimas
tendencias internacionales en otra lengua (como la alt-lit, por ejemplo),
autores que recibieron influencias de todas partes pero que a la vez son decididamente
personales… Igual, más allá de las diferencias, se leen en los textos marcas
del período de tiempo común en que fueron escritos.
Hay dos fenómenos que a esta altura ya no
son tan novedosos –y que además no son estrictamente estéticos– pero que son
super importantes para esta promoción de autores: la proliferación de
editoriales de tirada chica y la expansión de Internet. Las dos cosas transformaron
las formas de socialización del hecho literario y, así, los gustos.
Los 33 autores incluidos en la antología
nacieron en 16 países diferentes pero publicaron sus libros (y no todos
publicaron libros…) en 46 ciudades distintas de Latinoamérica, EE.UU. y Europa;
menciono el dato porque me parece significativo el plano que se traza si uno
presta atención a las notas biobliográficas del libro, corrobora el hecho de
que a pesar de que las capitales siguen acumulando la mayor parte de la
producción editorial existen en todo el mundo hispanohablante iniciativas
medianas y chiquitas que rompen con ese esquema centralista. Algunos autores
viajan, asisten a distintos festivales, llevan libros de un lado para el otro,
se ponen en contacto con tendencias y poetas de otros lugares, etc.
Pero este es un fenómeno que viene creciendo
desde hace al menos dos décadas. El uso masivo de las redes sociales y de Internet
2.0, aunque ya tiene sus años, es un poco más reciente –Facebook, para nombrar
a un gigante, nace en 2004 y su versión en español es del 2007. Llama la
atención el hecho de que sea la mitad más joven del corpus de autores –los
nacidos a partir de 1985– la que aparentemente usa más la herramienta: si dividimos a los 33 a la mitad, tenemos
que mientras que de los primeros 17 hay 11 que o bien no tienen Facebook o bien
no tienen de amigo a ningún otro autor de la antología, entre los 16 restantes
solamente 3 no están en contacto con alguno de los otros antologados. Y,
además, en este segundo grupo el contacto es generalmente intercontinental. El
intercambio que se genera a partir de esto es inmenso: chats, publicaciones
digitales, revistas electrónicas, tumblrs colectivos, reseñas en blogs,
hangouts, etc. Pero, además, la forma de leer va cambiando paulatinamente según
se expanden estas prácticas, los autores más jóvenes empiezan a manejar de manera
completamente natural, sin límites de continuidad, lenguajes multimedia, links,
etc., y el lugar del texto escrito o de la palabra oral se condiciona de mil maneras
distintas. Leer a estos autores me hizo dar ganas de tener un celular
tecnológico, con internet y todo.
- Dada la naturaleza continental de la obra, ¿hay
intención de difundir el libro en otros países de Latinoamérica?
Como, según venimos diciendo, el criterio
que rige la antología no es geográfico sino lingüístico –“poesía en lengua
española…”–, 1.000 millones no
incluye solamente autores latinoamericanos de habla hispana, también hay
estadounidenses y españoles, por lo que cabría decir que la naturaleza de la
obra no es continental sino internacional, planetaria o, por qué no, universal.
Je. Aunque finalmente muchos no hayan quedado en el libro, durante la búsqueda
leímos autores nacidos en todo el mundo; hasta algunos del Sahara Occidental y
de Guinea Ecuatorial, para dar ejemplos poco frecuentados.
Más allá de esto, la intención es que el
libro viaje lo más que se pueda.
- “30.30: poesía argentina del siglo XXI” tuvo una gran recepción. ¿Qué
representa para el equipo editorial que una iniciativa local sea adquirida por
el Ministerio de Educación para su distribución en las escuelas de todo el
país?
Tampoco me corresponde a mí responder esto.
Igual, más allá de todo lo que significa esta edición especial de doce mil
ejemplares para la EMR y para Rosario, daría vuelta la pregunta: qué representa
para los chicos de todo el país que este libro esté en sus escuelas. Las
bibliotecas a las que tienen acceso la mayoría de los chicos interesados en
leer y escribir –si tienen acceso a alguna– están bastante desactualizadas. Hace
treinta años que los textos iniciáticos para un adolescente son los mismos, con
todas las consecuencias que esto tiene para la imaginación de todos nosotros. Supongo
que en parte por la crisis de la industria editorial argentina durante los
noventa, los autores que escribieron del ochenta para acá, más allá de algunas
iniciativas estatales similares a esta, no tuvieron la legitimación necesaria
para llegar a las escuelas. Va a estar muy bueno ver qué les pasa a los chicos
con escrituras generacionalmente más cercanas a ellos.
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