Cuando tenía 16 años, Luis Eduardo García (Guadalajara, 1984) tomó su primer taller de poesía. Fue en un local del Fondo de Cultura Económica, lugar que hoy comparte con nosotros a través de una foto. Quizás ahí empezó su ruta literaria, que fue alternando en los últimos años con el trabajo en su taller de reparación de computadoras. "Un trabajo no muy poético que digamos", contó en una entrevista con el diario El Informador. Tras ganar el Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino, García emerge como una de las voces principales de la nueva escena azteca. El autor nos invita a revisar sus textos en Pájaros Lanzallamas.
—¿Cuál consideras que es tu ars poetica? ¿Hay algún texto tuyo o ajeno que la
defina?
—No puedo contestar esa pregunta con certeza. Todo
está en constante cambio; la escritura no se salva. Hoy podría decir que me
interesa explorar la relación del poema con lo inestable y lo abierto, pero no
sé si mañana mis preocupaciones sean las mismas. Somos influidos constantemente
por decenas de ideas, sonidos, imágenes, lecturas, personas. De modo que no
podría establecer contornos. Últimamente tengo muy presente una frase de
Wallace Stevens que quizá sirva para resumirlo todo: “En la medida en que un
hombre se familiariza con su propia poesía, ésta se vuelve tan obsoleta para él
como para cualquier otro”. Claro, es aquí donde una voz macabra podría irrumpir
y decir que mi ars poetica es la mutación.
—¿Se
hace presente la ciudad o el lugar donde vivís en tu poesía?
—Seguramente está presente. Inclusive si quisiera
evitarlo algo se colaría por algún resquicio. Imposible es una palabra muy
dura, pero lo más probable es que esté bien empleada al decir que es imposible
abstraerse de un entorno, de una ciudad, de sus habitantes y costumbres. Mi
lenguaje está contaminado. Mi moral está contaminada. Escribir puede verse como
una pequeña resistencia, lo sabemos, pero por más que te alejes de las olas,
éstas de vez en cuando te mojan los pies.
—¿De
quiénes de tus contemporáneos te sentís más próximo? ¿Y entre las generaciones
anteriores, con quién tenés más afinidad estética?
—Hablando de mexicanos, me siento
cercano a poetas como Ángel Ortuño, Daniel Bencomo, Eduardo Padilla, Inti
García Santamaría y algunos más. Encuentro en lo que hacen ciertas condiciones
que también intento lograr en mi trabajo. En particular, una consciencia del
movimiento en la práctica de la escritura poética —nunca progreso— que me
interesa. Me siento lejos sobre todo de aquellos poetas que lamentan con gran
nostalgia que los tiempos de lo bello, lo estable y lo puro parezcan haberse
perdido en el caos de la incertidumbre.
Y bueno, tratándose de poetas
sudamericanos, me gustaría decir que tengo afinidad con Leónidas Lamborghini y
Juan Luis Martínez, aunque tal vez estaría confundiendo afinidad con
admiración.
—¿Cuáles
creés que son los cambios más visibles en la poesía última?
—La poesía escrita recientemente
—al menos la que entiende que estamos en pleno 2014 y no en el siglo XIX— sabe
que los límites se han borrado. Veo un gran interés en las impurezas y en la
irregularidad. En lo híbrido. Tachaduras, apropiaciones, intervenciones,
arritmia, reciclaje, experimentación con soportes alternativos y recursos
tecnológicos, etc. Esto me entusiasma. Encontrarnos con poemas que de entrada
no parezcan poemas. Luego, en ese punto es posible plantearnos dos cosas: o bien,
efectivamente no son poemas, son otra cosa más potente y más divertida o claro,
ni la poesía ni el poema son entes definidos (de lo contrario, hablaríamos de
algo estéril o muerto) y todavía hay un vasto terreno para realizar pruebas
nucleares.
La librería José Luis Martínez, del Fondo de Cultura Económica, donde Luis Eduardo conoció lo que es un taller de poesía.
Luis Eduardo García leerá el viernes 26 a las 19.30 en el CC Roberto Fontanarrosa junto con 12 de los poetas que participan de la antología de poesía en lengua española 1.000 Millones: Julio Balcázar (Colombia), Martín Batallés (Uruguay), Francisco Bitar (Santa Fe, Argentina), Kevin Castro (Perú), Pablo Fidalgo Lareo (España), Jeymer Gamboa (Costa Rica), Charly Gradin (Buenos Aires, Argentina), Christian Kent (Paraguay), Glaem Parls (República Dominicana), Pamela Romano (Bolivia) y Caterina Scicchitano (Mar del Plata, Argentina). También el sábado 27 en la trasnoche (después de las 24) del bar Bienvenida Casandra, junto con Osvaldo Aguirre (Rosario), Pablo Fidalgo Lareo (España), Caterina Scicchitano (Mar del Plata), Christian Kent (Paraguay), Pamela Romano (Bolivia), Timo Berger (Alemania), Fabián Casas (Buenos Aires) y Mario Ortiz (Bahía Blanca).
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