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martes, 30 de septiembre de 2014

Scalona, Ortiz, Lovell y Mairal: intimidades en la voz

Scalona, Ortiz, Lovell y Mairal en el XXII FIPR

Por Nieves Battistoni

Sábado 27, tercer día del XXII FIPR en el CC Roberto Fontanarrosa. Hoy le toca leer a Scalona, Ortiz, Lovell y Mairal (en ese orden). Ya son pasadas las 17hs., llego un poco tarde porque me entretengo más de la cuenta con la Feria editorial que se agita abajo en simultáneo y sin cortes (el mercado abajo; los poetas, arriba). Llego tarde y con las manos vacías y me acomodo en el fondo. Eso fue una mala idea; hay excepciones, pero el fondo suele ser inquieto y bullicioso. La gente va y viene. Algunos llegan, se sientan durante 5 minutos, se levantan y se van, ¿Qué habrán ido a buscar? El público ordenado parece ser el de las ¾ partes hacia adelante y voy a tratar de pertenecer a él aunque esté sentada en el fondo.
Hace unos minutos ya que Scalona está leyendo “Evangelistas”. Es una especie de poesía hablada, las inflexiones de la voz se pliegan al tono de la conversación y la conversación se vuelve hacia lo poético cotidiano, hacia experiencias que pueden ser comunes a todos (la insistencia de un evangelizador tocando la puerta de casa, los pasajes a Retiro, el encuentro con una mujer en el motel JR de Firmat –“mi ciudad se está volviendo literatura”, pienso) en las que se intercalan experiencias literarias de los tiempos homéricos: Ulises figurando la partida; Penélope, la espera. La poesía cotidiana se desdobla esquizoide y no tiene pudor en que algunos versos insistan en decir “la puta” o “sí sí, acá se coge” y que otros, más enigmáticos, se consuman en una sentencia: “la vida está hecha de adioses/ no preguntes, no me expliques” (“Orfandad”); “nadie nos hablará tan lindo como nuestro silencio” (“Asterisco 788”).


Como estoy muy lejos del atril de los poetas y a veces me desconcentro de la oralidad leída, mientras apunto lo que puedo empiezo a reparar en otras cosas, como las inflexiones de la voz y la gestualidad de las manos. Y así noto que Scalona “interpreta”, actúa sus poemas. Que “imita” la voz del evangelista, que incluso podemos imaginar su presencia detrás de la puerta de casa, que enfatiza cuando dice “la puta” y asume la intensidad de los que reprueban a las putas, que le sobreviene una especie de memoria emotiva cuando cita al motel JR, que gesticula con las manos y le da un tono conversacional, íntimo, a todas laspalabras encadenadas en el verso.

Ahora es el turno de Mario Ortiz. Está apurado –como siempre-- pero esta vez la fatalidad es externa: “es que se va”, nos dice, “se va el colectivo”. Por eso leerá muy poco.
Primer poema. Mis notas son telegráficas: hilo, madres, agujas, patio con una parra, “como si fuera una receta”, anoto. Es éste:

“Escrito con una hebra de lana marrón que encontré por ahí”
Tomá el hilo y extendelo.
Colocá en uno de sus extremos a una madre junto a unas agujas.
Distribuí cuatro paredes y formá una habitación con un amplio ventanal que dé a un patio con plantas y una parra.
¿Es la tarde? ¿Ya anochece y es otoño? Desplegá con tu mano el color del cielo, de las cosas y de la luz. Cuidá esos detalles.
La madre comenzará a tejer. Soltá el hilo a medida que lo demande.
Aprovechá ese momento porque la hebra es extremadamente corta, apenas unos centímetros.
Cuando ya no sientas en la yema de tus dedos el cosquilleo de la lana que va corriendo, cerrá los ojos por un momento hasta que todo haya desaparecido.
Ese pulóver hubiese sido para vos.
(Del Cuaderno de Lengua y Literatura volumen IX)

Está por empezar el tercer y último poema (aún ignoro que cuando Mario Ortiz atraviese el pasillo entre la gente, apurado con su bolso a cuestas, nos vamos a mirar y a sonreír. Espero que se haya dado cuenta de que me gustó mucho). Mario empieza a leer y los gestos se amplifican: cuando nombra a los planetas hace un veloz movimiento vertical comandado por el dedo índice y señala enérgicamente hacia la vía láctea; cuando dice que las estrellas y los satélites son cúbicos, la mano se vuelve exageradamente cóncava y traza la cuadratura invisible de los círculos. Cuando llega al verso final, con un hilo de voz, la voz toda de aire, exhala: “Y esperarán”. Y con ese último aliento, sin pausa, como si también fuera parte del poema, se despide de todos nosotros con un “muchas gracias”. Entonces, por mirarle las manos movedizas --esa otra escritura que es del cuerpo-- me doy cuenta, o quiero creer, que las palabras para Mario Ortiz deben de ser hondas y dolientes como una puñalada.

(Para escuchar a Mario Ortiz leyendo, hacé click acá)

Es el turno de Vicky Lovell. Su tono poético, sosegado, se aparta de Scalona y Ortiz. Ofrece otro tipo de teatralidad, quieta, casi litúrgica; su voz resuena como resuenan las voces en un templo húmedo y penumbroso, de paredes anchas y altísimas. Nos habla de Los Noctilucas y de la tapa ilustrada por la artista Patricia Frey. Los “noctilucas” (del latín nox, noctis: noche y lucere: brillar) son unos organismos unicelulares marinos, primitivos, que viven en la más oscura profundidad, y pienso entonces que su voz tiene ese eco imperceptible, esa amplificación natural de los lugares frescos y cerrados como los templos o como el mar en un caracol o como estar debajo del agua.
Empieza con un poema de Los Noctilucas:

“De espaldas un kimono de seda blanca
hace girar un abanico negro
(…)”

Y a medida que escucho me doy cuenta de que Lovell es suntuosa en la adjetivación y de que elige las palabras cuidadosamente; son palabras sensuales o remotas que le dan ese aura tan particular a su poesía: “amazonas, caligrama, epístolas, espejos, puerta ojival, invasiones silentes, larvarias, ácaros, mecedora”. Noto que ese eco imperceptible se traduce poéticamente en aliteraciones: “anímula vágula, blándula”; “no ya tuya” --la escucho decir--,  y que el último poema, “Memorias de un olvidante”, Lovell lo lee con la calma de quien susurra un cuento al oído de un niño mientras lo mece para que se duerma.


(Para escuchar a Vicky Lovell leyendo "Memorias del olvidante", click acá)

El último de la cuadrilla de poetas es Pedro Mairal. Lo estaba esperando. Va a leer un único y extenso poema sugerido por otro escritor, José Sainz. Se trata de un poema-relato en el que Mairal cuenta la historia de Cipriano al mismo Cipriano, ya muerto; lo llama “Usted”, lo invoca para hablarle de lo que sabe (o supo) pero el recuerdo que muerde pide repetir y, gracias a esa redundancia, nos convertimos en los escuchas primeros de la historia del “hombre auténtico”, del “último paisano”.

“Usted nació en el Médano, en la Punta del Monte,
un caballo tobiano lo aplastó a los once años,
tirado medio muerto al lado del camino y el caballo pastando.
Y usted pisaba los cardales descalzo, Cipriano,
es cosa de costumbre nomás”

Es un gran anecdotario todo el poema, un cofre que guarda la memoria de un tiempo que fue monte, fue palitos, kerosene y mates; andar en la huella entre los alambrados espantando cuises, seguir, incansable, la sombra de Cipriano, el mensual más viejo, el primer muerto que Mairal vio de tan cerca, el primer hombre grande analfabeto que conoció.  
Mientras lee el poema, la voz de Mairal vuelve a tener 17 años; cuando nos cuenta las andanzas con Cipriano es como si remedara el gesto de mirar las nubes que se mueven hacia el norte, las mismas que miraba el viejo golondrina buscando algo, nubes del mismo cielo en que sigue moviéndose el muerto nómada, aunque ahora Mairal esté en otro lugar y sea de otro tiempo.



Para leer completo "Cipriano", hacé click acá
Para escuchar a Mairal leyéndolo (Fragmento), acá







María Lanese. La búsqueda de los sonidos que en las letras reverberan.

Por Sofía Aldasoro

María Lanese nació en un pequeño pueblo de Italia, Ripalimosani, Campobasso, en 1945.A los cuatro años de edad, su familia se traslada a la Argentina y se instala en la cuidad de Rosario. Se define como una poeta "tardíamente reciente". Es psicóloga y cantante. 
Su primer libro, "Sonidos graves", fue publicado por la editorial Asunto Impreso en el año 2006 y "Ancora", edición bilungüe español-italiano, es su tercer libro recientemente editado por Huesos de Jibia. Tiene en total cinco libros de poemas escritos, de los cuales dos aún esperan su publicación. 


- Sobre "Ancora", Beatriz Vignoli para Rosario/12. La lírica transatlántica de María.

Las formas de celebrar lo invisible
Mariposas en la lengua para que esplenda el alma. María Lanese vuelve otra vez con su poesía a celebrar el mundo, y a nombrar, con voz susurrante, casi al oído, el misterio de las presencias que lo habitan.
Hay en estos poemas candiles encendidos, ventanas en espera, bocas iluminadas, cuerpos que cimbran. Hay ajuares dispuestos para la ceremonia en la espera ansiosa del amante. Hay en estos poemas el calor del cuerpo enamorado y la tibieza del que se entrega dócil al milagro de la caricia. “Mano de mujer en tensión de mariposa/ que la nuca del varón / enciende” se lee en Tango. Y la escritura recorre el movimiento de los cuerpos que se buscan entre las flores de un inquilinato con cadencia arrabalera o de fado, lo mismo da. Es la música la que lleva a esos cuerpos a justificar su presencia allí, en la tensión de ese encuentro.
María Lanese construye sus poemas al modo de delicadas polifonías. Se trata de breves iluminaciones auditivas a las queingresamos  con los ojos posados en la página para una vez adentro quedar atrapados o hechizados por lo que allí se nombra. En ese hechizo, imposible de describir – hay que descubrirlo leyendo los poemas- la voz de María se tensa y vibra como vibran las frágiles nervaduras de una hoja en el preludio de las tormentas. Así, delicadamente. Y no es que la poesía de María Lanese no nombre lo violento o lo que por dolor nos falta o nos fue arrebatado, es que la forma de nombrar lo que duele en la intimidad del alma, no es nunca dicho de manera altisonante. Para esos estados de lo íntimo su poesía sabe hallar la palabra justa, el modo cuidadoso de no inflamar con desmesura lo que ya de hecho lastima o duele.
Me detengo en unos versos, en un final de poema donde se lee la fuerza de lo invisible que a la poesía de María le gusta celebrar:“ pero…quién puede saber/ con qué oreja se advierte/la frecuencia en la que vibran/ los dedos de las manos/ que llegan a juntarse?”.
La fuerza de esa invisibilidad que habita entre las huellas de los dedos de dos manos al acercarse, no es otra, podríamos decir, que aquella que sostiene al mundo o al milagro de nuestra existencia en él. En ese hiato mínimo que va de piel a piel, en esa insignificancia de espacio entre dedo y dedo, abreva y se nutre la voz de María.  Hay que verla – imaginarla si se quiere -  a ella,  yendo con su mirada y su alma hasta allí para retornar a nosotros  y decirnos lo que ha visto y sentido.
La historia de esos viajes diminutos pero a su vez infinitos está contenida en la maravilla de estos versos.

Rúben Chababo. Prólogo a "Mariposas en la lengua". Editorial Ciudad Gótica, 2008. 

Poesía, fútbol y tortas asadas


Por Oscar Bermeo y Paula Bertolino 

Jeymer Gamboa de visita en el Centro Cultural El Obrador

- ¿Saben algo de Costa Rica?
Silencio.
- ¿Ni por el mundial de fútbol?
- Sí, que tiene buenas playas –grita alguien-.
Risas.

Así se quiebra el hielo entre Jeymer Gamboa (Costa Rica, 1980) y los cuarenta adolescentes que lo escuchan expectantes en el patio del Centro Cultural El Obrador. No fue como lo presumía. Jeymer esperaba oír algún reconocimiento a su selección, la sorpresa de Brasil 2014, la que lo mantuvo en vilo durante un mes, pero terminó recordando aquellas costas caribeñas que cambió por el Río de la Plata hace ya siete años.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Pedro Mairal leyendo "Cipriano" (Fragmento) en el XXII FIPR

Mario Ortiz en el XXII FIPR

Vicky Lovell lee "Memorias del olvidante" en el XXII FIPR

Curaduría a la carta

por Anaclara Pugliese
Trasnoche en Bienvenida Casandra, en el XXI FIPR. Foto de Micaela Pertuzzo.


—Yo escribo para los muertos.

El pasillo de Bienvenida Casandra que algunos llaman patio se hace cada vez más largo. Contra las dos paredes, chicos y chicas hablan cara a cara, enfrentados, casi siempre, de poesía. Para llegar al baño, al final del pasillo, uno tiene que pasar por entre las conversaciones. Es sábado y son las dos de la madrugada de la última trasnoche del 22º Festival Internacional de Poesía de Rosario. 

Mientras parada en el escenario una chica se hace con el micrófono abierto y lee poemas de sexo sin amor, en el pasillo un chico de anteojos de marco negro con un vaso de cerveza vacío en la mano dice que la verdadera poesía está muerta.

Hace un rato leyeron Pablo Fidalgo Lareo (España), Osvaldo Aguirre (Rosario), Caterina Scicchitano (Mar del Plata), Christian Kent (Paraguay) y Luis Eduardo García (México). Osvaldo leyó poemas de caballos, de sulquis, y su voz fue aplanando cada vez más, pisando fuerte, la tierra llana y polvorienta de la pampa.

Adentro, ahora, el ventilador amurado a la pared gira y mueve alternativamente las lámparas de plástico que cuelgan del techo, hechas de coladores de fideos. El encargado del bar dice que ayer se terminó la joda cuando un vecino tiró al pasillo un balde de agua: aparentemente el murmullo fuerte no lo dejaba dormir. Dice que tipo doce anduvo Fabián Casas por la vereda, que iba y venía y miraba para adentro, pero aunque tenía que leer hoy, no entró.

En una banqueta, en la barra, se acaba de sentar Glaem Parls.  Es la primera vez que está lejos de su país, República Dominicana. Ayer, en la lectura del Fontanarrosa, sobre el escenario, seguro de sí, sacó un desodorante y dibujó cosas en el aire con agua y gas después de gritar, a viva voz, sin micrófono, “Acto vandálico I”. Ahora mira fijo los dos ojos cerrados de una chica, mientras apoya sus negras palmas sobre las dos palmas abiertas, extendidas, de mujer. 

domingo, 28 de septiembre de 2014

dos poemas de Glaem Parls





Parls el jueves 25/9 en el taller de literatura de Andrea Ocampo, en el centro municipal distrito Sur de Rosario. Para saber más, acá.



Mario Ortiz: pensar la propia escritura



Por Paula Bertolino
Taller Programa de escritura, coordinado por Mario Ortiz, en la Biblioteca Argentina

Son las 10.10 de la mañana. La sala de lectura infantil de la Biblioteca Argentina está más poblada que de costumbre. Unas veinte personas se reúnen en uno de los extremos del largo salón. A pesar de ser sábado y de mañana, el entusiasmo de los asistentes que se acercaron para la segunda jornada del taller Programas de escritura parece intacto. Un buen pálpito, que se confirma con el pasar de las horas, ilumina a la cronista. Un sujeto delgado y un poco desgarbado está sentado junto a un escritorio. Es Mario Ortiz, un par de lentes gruesos y una camisa a rayas que se irá escapando insistentemente de adentro del pantalón hasta terminar, al final de la mañana, completamente afuera. 

Un “¿Qué les quedó picando de ayer?”, inaugura la jornada. El hilo de la charla fluye rápidamente hacia las lecturas del 22º Festival Internacional de Poesía de la tarde previa . Una poeta dice percibir cierta persistencia objetivista en los textos. Otra mujer refiere a la “monotonía” de las lecturas, a un desinterés en el modo de decir por parte de los poetas. Ortiz lee allí dos modos diferentes de entender la poesía. “Podemos pensar que la poesía se agota en la página, en el libro, en la parte impresa”, dice, y agrega: “Y que la lectura es entonces como un apéndice que se da cuando se da, en algún recital”. La otra opción, señala, es pensar a la lectura como una parte integrante de la escritura. Frente a estas dos opciones dicotómicas aparece, según Ortiz, la necesidad de definir un programa de escritura, para que “nuestras decisiones estéticas no sean mero fruto de la casualidad, de la improvisación o de la imposición de otro”.

Retomando el tema del encuentro del anterior, Ortiz lee un fragmento del texto El arte como lenguaje, de Yuris Lotman: “La elección por parte del escritor de un determinado género, estilo o tendencia artística supone así mismo una elección del lenguaje en el que piensa hablar con el lector. Es un sistema modelizador de mundo”, dice. A continuación desliza: “Esto es teoría literaria pura, hard, hard rock”. Las risas no se hacen esperar. Y es que para este poeta bahiense, quien quiera escribir poesía no solo tienen que leer poesía, leer la realidad, sino también teoría, “mover la croqueta para problematizar algunas cuestiones”. Ante la consulta de los talleristas no duda en recomendar lecturas: Introducción a la teoría literaria de Terry Eagleton y Política y literatura de Jacques Ranciere. 

sábado, 27 de septiembre de 2014

Marcelo Scalona, el flaneur


Por Paula Bertolino



 
Marcelo Scalona
El comienzo de la relación del rosarino Marcelo Scalona (1962) con la literatura se remonta a sus años de adolescencia. Este abogado de profesión, se formó asistiendo a talleres de poesía, narrativa y guión cinematográfico con diferentes maestros (Nora Hall, Gloria Lenardón, Aldo Oliva, Angélica Gorodicher y Lito Espinosa). Y según parece desde ahí no paró. Además de abocarse a su producción personal escribió en diarios, hizo radio, y actualmente dirige dos colecciones de narrativa: Adán sin costilla, de Editorial Fundación Ross (Rosario), y Ciudad y orilla, de Editorial Homo Sapiens (Rosario). También integra la comisión directiva de la recientemente recuperada Biblioteca Vigil en La tablada, su barrio natal o como le gusta decir, su patria. Desde el año 2000 coordina Marcenomalumbré”, su taller de escritura.

A continuación, este poeta cotidianista, como le gusta definirse, habla sobre las motivaciones de su obra, que lo llevan a perderse con frecuencia por las calles de Rosario.



 ¿Cuál considerás que es tu ars poetica? ¿Hay algún texto tuyo o ajeno que la defina?

En Mapa hay varios poemas que son reflexiones en torno a la poesía: Mapa, Aún no sé, El otoño y yo, Orfeo en Victoria. Yo estoy del lado del poema dramático no lírico, el inventario más que la metáfora, Parra más que Neruda, Huerta más que Paz.

"1.000 millones" en vivo y en directo

Por Oscar Bermeo


Anoche, durante tres horas, la rosarina plaza Montenegro fue el epicentro del sacudón poético hispanohablante. Autores de diversas latitudes coincidieron en el primer piso del Centro Cultural Roberto Fontanarrosa para ver nacer a "1.000 millones. Poesía en lengua española del siglo XXI", un intenso manifiesto colectivo que da luces sobre la obra literaria de los jóvenes que revitalizan continuamente el idioma castellano.


Bernardo Orge y Daiana Henderson presentan "1.000 millones...". (Foto: Guillermo Turín)


En la presentación, Bernardo Orge y Daiana Henderson, dos de los editores del proyecto, enunciaron algunos rasgos de la selección. Una lengua común y un grupo etario similar (nacidos entre 1980 y 1995) fueron algunas de las pautas que dijeron tener en cuenta durante el proceso. En un momento, Bernardo rompió el protocolo."Hay que dar un agradecimiento expreso a Google", dijo destacando el rol de la navegación en el ciberespacio para descubrir nuevos tripulantes en la misión.

Julio Balcázar en plena lectura. (Foto: Guillermo Turín)


Lo que siguió fue una puesta en escena de la publicación. Como si se tratase de una versión en vivo de "1.000 millones...", gran parte de los autores antologados fueron subiendo al escenario, uno a uno previa presentación, para leer sus poemas. Los textos intencionalmente largos de Pablo Fidalgo (España); los deseos de Julio Balcázar (Venezuela) por mudarse a Rosario; la confesión de Kevin Castro (Perú) de su abandono universitario, fueron algunos de los momentos que la noche propinó. 

Bernardo Orge compartió con nosotros mayores detalles de la flamante publicación en la siguiente entrevista. 

El año pasado la orientación de las publicaciones, lanzadas en el contexto del Festival, cambiaron de rumbo. Se dejó la producción de obras completas y se pasó a las antologías colectivas. Este año se refuerza esa nueva senda con “1000 millones. Poesía en lengua española del siglo XXI”,  ¿qué motivó a cambiar ese enfoque?

Creo que no me toca a mí responder esta pregunta, recién me sumé este año al equipo de organización. De todas maneras, una hipótesis: capaz que el hecho de que en el Festival se crucen autores y publicaciones de todas partes terminó decantando en estas iniciativas.
Por otro lado, no me parece que se trate de un cambio de enfoque radical. Si uno mira el breve catálogo que se armó con las publicaciones del Festival encuentra, como decís, obras poéticas reunidas pero también libros de entrevistas, ensayos, etc. Analizando esa serie podés pensar que los móviles de todos esos libros son más o menos los mismos: poner en circulación textos difíciles de conseguir, intervenir críticamente sobre el campo… tratar de proponer, en definitiva, iniciativas editoriales necesarias y a veces postergadas. En este sentido, las antologías se suman a la colección sin mayores problemas. Como lector, Trabajo nocturno, la obra reunida de Inchauspe, y 30.30, la antología de poesía argentina del siglo XXI, me parecen libros igual de necesarios. Además, lo que pasa un poco con las colecciones es que los primeros títulos de la serie condicionan a los que siguen pero a la vez los títulos nuevos resignifican a los anteriores. En la solapa del 1.000 millones el primer libro de la lista es de Juan L. Ortiz. ¿Qué puede significar esto para un chico rosarino que no conoce a Juanele y se compra la antología interesado por autores de su edad? ¿Qué le va a pasar con eso? Estas preguntas se magnifican si se piensa en lectores extranjeros.


Mario Ortiz: la emoción del movimiento

Por Natalia Romero

Y entonces llega Mario Ortiz a la Biblioteca Argentina Juan Álvarez con el bolso en mano, directo de la terminal. “No tuve tiempo de pasar por el hotel, nena, me vine directo. Lo único que quiero es un mate”.
Tengo el termo en la mochila. Son las 9.50  y a las 10 arranca el taller de Programa y escritura que está a cargo de Mario, invitado especial del Festival, quien saluda a cada uno de los que llegan como si ya lo conociera y lo invita a acercarse: “Siéntense por acá, vengan, vengan”.
Nos reunimos todos cerca de la mesita que sostiene la pequeña computadora de Conectar igualdad que trajo Mario porque dice que hace poco  aprendió a usar el Power Point y que entonces nos va a proyectar unas cositas.

Microclima
Para contar una experiencia con Mario es necesaria cierta velocidad. Como ponerse al mismo ritmo que él le imprime a su disposición del mundo y seguirlo así, seguirlo con la palabra.
Casi sola en la sala de estar del hostel donde me hospedo, almuerzo y escribo y pedí con cierta vergüenza pero con amabilidad que bajaran un poco esa música (casi rap) que sonaba por los parlantes (tengo que escuchar unos audios, mentí). Pero es muy necesario evitar el sonido externo para volver al ritmo de la cadencia de Mario, como una especie de microclima.
Una de las primeras cosas que dispara Mario esta mañana es la siguiente: “Me interesa que pensemos, para cada uno, qué resulta provechoso para lo que estamos escribiendo”. De ahí surge la idea de programa y de estructura. Pero antes aclara, “yo estoy acá para transmitir mi propia experiencia, mi experiencia como ejemplo y no como doctrina”. Quiere dejar en claro que cada uno va a armar su propio programa, producto de las preguntas que va a formular y de las respuestas que va a encontrar. Por eso acude a la cita de Sartre: “Si tengo un problema y voy al médico o al cura, ya estoy haciendo una elección de la respuesta”.
Cada uno tiene sus marcos de referencia, sus bordes, su suelo.
Entonces vamos a pensar a la escritura en términos de programa, un programa que, si bien es un proceso que puede parecer puramente mental, se trata de un programa de la acción, como se encarga Mario de aclarar.


viernes, 26 de septiembre de 2014

María Teresa Gramuglio: "La fábrica de Juan José Saer"

Por Nieves Battistoni
Gramuglio durante la apertura del Festival. Foto de Oscar Bermeo.

Es el principio y está sola en el escenario teñido de rojo. María Teresa Gramuglio fue elegida para abrir el XXII FIPR en el teatro de Plataforma Lavardén. Piensa que esta tarea se la deben haber asignado por su doble condición de rosarina y de testigo --“sobreviviente”, aclara-- de Juan José Saer; por la larga amistad que mantuvieron y que se hizo patente, “textual”, en los artículos críticos que escribió a partir del 2005, después de la muerte del autor. Pero de la proximidad afectiva no va a hablar.

“La fábrica de Juan José Saer: los borradores, los poemas, la obra” es el título que finalmente eligió para su intervención. Había pensado llamarla “La composición del poema” o, en clara alusión barthesiana, “La preparación de la obra”, pero prefirió hablar de “fábrica” y la explicación de lo mucho que le costó dar con el nombre justo funciona para María Teresa como “un hilo para tirar de la trama” y así poder empezar.



Lovell y Scalona: dos en la ciudad

Por Paula Bertolino




Victoria Lovell (1956) y Marcelo Scalona (1962) son poetas y nacieron Rosario. Los dos coordinan talleres de escritura, Lovell desde hace 28 años y Scalona 15. Ambos tienen libros de publicación reciente: Los Noctiluca (Papeles del Boulevard) y Mapa (Alción), respectivamente. Y el próximo sábado 27, a las 17, estarán compartiendo una mesa de lectura en el Centro Cultural Roberto Fontanarrosa, junto a Mario Ortiz (Bahía Blanca) y Pedro Mairal (Buenos Aires), en el marco del 22º Festival Internacional de Poesía de Rosario.
Los suyos son de los espacios literarios más transitados en Rosario por aquellos que comparten la curiosidad y el deseo por la escritura. En esta entrevista repasan, cada cual a su turno, parte de esa experiencia tallerista.

Parls, Scicchitano y Castro de visita en el distrito Sur

por Milena Bertolino 

Andrea Ocampo, Glaem Parls,  Caterina Scicchitano y Kevin Castro

El jueves en el distrito Sur Glaem Parls (República Dominicana), Kevin Castro (Perú) y Caterina Scicchitano (Argentina), tres poetas incluidos en la antología 1.0000 millones. Poesía en lengua española del siglo XXI visitaron el taller de literatura que coordina AndreaOcampo.
En un ida y vuelta con los talleristas hablaron sobre cómo es su proceso de escritura, desandaron sus estilos literarios y compartieron, en el caso de Parls, algo de la realidad política, cultural, étnica y religiosa de su país.
El dominicano destacó la tradición oral de su país, contó que allá a los poetas se les tiene mucha consideración y que hay sitios en las ciudades donde se juntan a narrar o recitar. Entre ellos destacó una cafetería de Santo Domingo casi centenaria, la Cafetera, lugar que al Parls niño de ochos años le gustaba visitar camino de ida o vuelta de comprar el periódico y pasar ahí el tiempo, rodeado de poetas. También contó que incluso en los comercios se les tiene gran estima a los poetas porque imantan a los peatones hacia sus negocios. Además, Parls compartió su visión personal sobre la poesía, a la que definió como "una necesidad existencial que se traduce en imágenes", y al poeta como "un hechicero de la palabra que va transformando en el tiempo de vida todo lo que ve y siente, y hasta cierto punto se vuelve un profeta”

Caterina Scicchitano: "Me siento desconectada del lugar donde vivo".

por Anaclara Pugliese

Tiene poco más de veinte y estudia Diseño Gráfico en Mar del Plata, donde nació, en 1992. Caterina Scicchitano integra la antología 1.000 millones. Poesía en lengua española del siglo XXI, y fue incluida, además, en la revista electrónica Girls Get Busy #20 y en el tumblr Tenían veinte años y estaban locos (2014). Desde 2011 mantiene el tumblr yournaughtybits.




—¿Cuál consideras que es tu ars poetica? ¿Hay algún texto tuyo o ajeno que la defina?

Creo que cuando buscas en Youtube ''An internet bard at last'' y ves el vídeo que sale ahí.

Debería elegir entre muchos textos.


—¿Se hace presente la ciudad o el lugar donde vivís en tu poesía? 


No, no hablo sobre mi ciudad. Siento que estoy bastante desconectada del lugar donde vivo. Lo  único que disfruto es el reflejo de la ciudad en un edificio o algo así, entonces imagino sitios como Perú o Madrid en mis poemas, posiblemente situaciones que puedan ocurrir en el futuro. Aunque me contradigo diciendo que amo el mar de acá y no podría abandonarlo.


Christian Kent: Chaco, un territorio literario

por Anaclara Pugliese

Christian Kent nació en Asunción, en 1983. Sus dos libros de poemas, Lieutenant (2011) y  El Conde Orlof(2013), recorren el Paraguay de su memoria, el del grotesco poder y la mitología guaraní. Actualmente colabora en blogs,  “La Calle Passy 061″ y KIRIRÏSIS, y en el suplemento cultural del periódico ABC Color. 



—¿Cuál consideras que es tu ars poetica? ¿Hay algún texto tuyo o ajeno que la defina?

Es una pregunta difícil. Creo que si llegara a responderla entonces se acabaría para mí la posibilidad de seguir escribiendo, y por tanto sería mi propio fin. Al igual que yo mismo, mi escritura está en un constante cambio. Lo que escribí ayer, al leerlo hoy parece ser la obra de otro, de un extraño. Por eso puede ser que me cueste tanto leer en voz alta, porque mi voz intenta imitar otra voz que me ha dejado de pertenecer. Últimamente, respondiendo al lugar espiritual en el que me encuentro, trato de acercarme a la literatura como experiencia de búsqueda, de sanación y de evolución personal. Lo que no aporte al desarrollo de esa conciencia, no me sirve, no me interesa y no me gusta.

Pablo Fidalgo: entre el Atlántico y el Mediterráneo.

por Anaclara Pugliese


Pablo Fidalgo Lareo(1984) nació en Vigo, España. Su obra poética, La educación física (2010), La retirada (2012) y Mis padres: Romeo y Julieta (2013), parte de la historia familiar, en una búsqueda que lo llevó a rastrear el destino de sus familiares exiliados en Buenos Aires durante la guerra civil española. Este año en el Festival propone un taller,
"Reescribir la historia desde el poema", entendiendo la creación poética como un gesto de resistencia que nos impulsa a saber siempre más sobre uno mismo. 



—¿Cuál consideras que es tu ars poetica? ¿Hay algún texto tuyo o ajeno que la defina?
—Cuando tenía veinte años fui a un taller de poesía en que me hicieron esta pregunta. Yo respondí con una cita de Antonio Machado “La poesía es el lugar donde los seres se hacen estares”. Y con otra de Huidobro. “El poeta es un pequeño Dios". Y a partir de ahí hay mucho que decir. Mi trabajo en estos últimos años ha sido reconstruir mi historia familiar y de algún modo la historia de España, y para ello he tenido que preguntar y hablar con muchas personas. El punto de partida de mi poesía es que todas las historias que me contaron eran mentira.

Jeymer Gamboa: el azar, la intuición, el caos.

por Anaclara Pugliese

Jeymer Gamboa es uno de los poetas reunidos en 1.000 millones. Poesía en lengua española del siglo XXI, la antología que publica este año el Festival. Si bien nació en San José (Costa Rica, 1980) actualmente vive en Argentina, donde se desempeña como periodista y realizador audiovisual. Ha dirigido varios documentales y cortometrajes experimentales, entre los que destacan Rastros (2010), Marino de tierra (2010) y De cómo mirar una ventana con ladrillos (2008), y en poesía, publicó Días ordinarios (Pre-textos, 2011)  y Nuestra película de las vacaciones (Ediciones Liliputienses, 2014).





¿Cuál consideras que es tu ars poetica? ¿Hay algún texto tuyo o ajeno que la defina?

No tengo claro cuál es mi ars poetica. En realidad, como ya dijeron otros, uno escribe un poema para tratar de entender qué es un poema. En lo que hago a veces hay intentos de reflexionar sobre el método de escritura: “lo que siento es lo que observo”, “imponerse límites en lo que se dice o se hace”.  Son algunos ejemplos. Pero son tanteos, premisas dudosas, que no siempre funcionan para formular una poética.
En textos ajenos, más que definiciones sobre la poesía, lo que busco es consuelo, frases que le quiten peso o impaciencia al que escribe. Me gusta una de Mario Levrero, en El discurso vacío es más significativa, pero igual la repito por las mañanas: “Espero que hoy no suceda nada importante para escribir”.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Escritores imperialistas

La fotografía de Willy Donzelli de la noche inaugural del XXII Festival de Poesía, sintetiza la mesa en la que Jorge Isaías, Francisco Bitar y Fabián Casas, coordinados por Nora Avaro, debatieron en torno a Juan José Saer: "La angustia de las influencias. Escribir con Saer/contra Saer". Casas, retirado de la mesa, de brazos cruzados, luego de declarar que llegó a hablar "contra Saer", y tras un largo paréntesis de anécdotas que incluyó la de una beca en Estados Unidos donde conoció a un influyente poeta de un condado americano, dijo que Saer como César Aira son escritores que producen mucho "spam" y que, como Leónidas Lamborghini, son a la vez escritores "imperialistas", que lo invaden todo y a quienes no les gusta los escritores diferentes y sólo se relacionan con saercitos; Casas --decíamos-- escucha a Bitar quien arguye que pese a ser un escritor santafesino no se siente presionado ni ahí por Saer, aunque señala que Saer se anticipó veinte años a sus lectores y creó un territorio que recién ahora "leemos", entre Bahía Blanca (y más abajo, el desierto) y Paraná (y más al norte, el monte). Al final, Isaías se encargaría de traer al Saer recién descubierto, más anecdótico y cercano a las enseñanzas de Juan L. Ortiz que el mismo Isaías conoció.


Fotografía de Willy Donzelli.
Audio registrado por Sonidos de Rosario.

Gandolfo: un año de poesía

El nuevo libro de Elvio Gandolfo se llama El año de Stevenson (Iván Rosado) y reúne poemas que Gandolfo escribió, según el organigrama diegético del volumen, cada día durante un trimestre (“Primer trimestre” es el subtítulo de este primer tomo al que, aseguran desde la editorial, le seguirán otros tres). Gandolfo, invitado al XXII Festival de Poesía, además de dar su lectura en la mesa de cierre del Festival (el sábado 27 a las 20 en el CC Roberto Fontanarrosa), presentará el libro ese día al mediodía en la editorial (en la galería Dominicis, Catamarca 1427 local 12).
Elvio Gandolfo en el XVII Festival de Poesía. Foto de Giselle Marino.

En El año de Stevenson, a diferencia de sus narraciones (y no es que estos poemas no sean narrativos), parece que las historias y los detalles provinieran de alguien que camina al lado de uno. Los poemas sobre mujeres son infinitos, porque abarcan gestos grandiosos, cosas de muchos años atrás que regresan, o clases sociales y paisajes que abarcan enormes distancias. Tal como suelen ser las conversaciones sobre damas que ejercieron un sostenido influjo en hombres de imaginación febril. Pero también los de hombres mayores que se derrumban o se murieron y aparecen retratados en algo casi nimio, que suele ser la literatura, el cine o sus derivados: los festivales de cine, los encuentros literarios, ese orbe que alguna vez pudo vislumbrarse como una entrada de enciclopedia y ahora es un lugar de trabajo. Hay, en El año de Stevenson, como acotaciones, apuntes a veces irónicos sobre ese mundo del periodismo cultural al que pertenece Gandolfo; por ejemplo, la imagen del narrador que llega a su casa después de un periplo por un festival de cine y se deshace de la bolsa con libros y programas para volver a salir. O el hallazgo del término “poeticas” en una columna de Diario de Poesía, que sorprende al ineludible Gandolfo-narrador-del-poema porque se maravilla e interpreta que algo del orden de lo centroamericano ingresó al fin al Diario (“poeticas” en lugar de “poetisas”) cuando cae en la cuenta de que se trata de un error de tipeo y la columnista se refiere a “poéticas”; lo que a la vez enfatiza la distracción con la que nuestro narrador estuvo leyendo la página.

En esta breve entrevista realizada en un impasse de la noche inaugural del Festival, Gandolfo se refiere a la escritura de ese libro.